El Papa Francisco ha promulgado el Decreto de beatificación del Venerable Álvaro del Portillo. Sacerdote nacido y ordenado en Madrid. Un madrileño universal. Los santos hacen la Iglesia; y la Iglesia necesita, sobre todo y ante todo, de mujeres y hombres santos.
El futuro Beato fue uno de los primeros miembros del Opus Dei, y ayudó y secundó fielmente al Fundador. Tras la muerte de san Josemaría, en 1975, fue elegido para sucederle al frente del Opus Dei. Dirigió durante diecinueve años esta realidad de la Iglesia con gran dinamismo evangelizador, un profundo sentido de comunión eclesial y fidelidad al carisma fundacional. Falleció santamente en 1994, tras peregrinar a Tierra Santa. San Juan Pablo II fue a orar ante sus restos mortales, como reconocimiento por su servicio al pueblo de Dios. Tuve una extraordinaria ocasión de tratarle muy de cerca en el Sínodo sobre la formación de los sacerdotes en las actuales circunstancias, en 1990. Me gustaría destacar dos rasgos de su personalidad, junto con su bondad, serenidad y buen humor:
El primero fue su particular preocupación por las personas necesitadas. Formaba parte de un grupo de jóvenes que atendían a las familias que vivían en infraviviendas en los alrededores de Madrid, en el arroyo del Abroñigal y en otros lugares. Les llevaban alimentos y medicinas y procuraban socorrerlas en sus necesidades; y daba catequesis, en un tiempo muy difícil, a los niños de la parroquia de San Ramón Nonato de Vallecas. Uno de sus compañeros le recuerda llevando en brazos por Madrid a un niño que había quedado abandonado en unas chabolas. A pesar de las dificultades, no cejó hasta que pudo confiarlo a la atención de las religiosas de Santa Cristina, para que lo cuidaran hasta que sus padres pudieran hacerlo.
Un segundo rasgo de su vida es su trabajo infatigable por el bien de la Iglesia. Su afable caridad con todos, unida a sus profundos conocimientos teológicos y jurídicos, hizo que gozase del aprecio de los sucesivos Papas. Participó en tareas de gran responsabilidad en los trabajos del Vaticano II, y contribuyó a la renovación espiritual de la Iglesia con mentalidad abierta y fidelidad al Evangelio.