Lo que pasa por dentro - Alfa y Omega

¿Qué nos pasa? ¿Nos hemos acostumbrado a la eterna confrontación hasta el punto de que el odio nos parece justificado? Causa estupor leer las noticias de una posible confrontación armada en Ucrania. Y aun más asombro advertir que una de nuestras principales preocupaciones es si tendríamos asegurado el suministro de gas en caso de conflicto. Leía hace unos días cómo el consumo de alcohol ha aumentado en el Reino Unido, llegando a considerarse una epidemia silenciosa como consecuencia del estrés y del aislamiento social en tiempo de pandemia. Son muy dolorosas las noticias sobre abusos en el seno de la Iglesia: queda mucho por hacer, es verdad, pero de nada ayudan las actitudes de revanchismo que dividen la sociedad entre buenos y malos, los de dentro y los de fuera.

Hasta hace tres días he estado en Javier (Navarra) acompañando el mes de ejercicios espirituales de los novicios. Un grupo de jóvenes veinteañeros se retiran en silencio simplemente para rezar. ¿No es una pérdida de tiempo? ¿No hay demasiadas urgencias como para dar la espalda a la vida? ¿De qué nos sirve retirarnos tanto tiempo?

Creo que lo que se aprende en estos silencios prolongados es de gran ayuda. Primero, es bueno dejar hablar al corazón. No estamos acostumbrados. Preferimos enfrascarnos en nuestras ideas y defender nuestros intereses, aun cuando la felicidad se nos haga tarea pendiente. En el corazón hay lucha, es verdad, pero esa sí es una batalla que merece la pena combatir, con sinceridad y humildad. Llegando al afecto profundo que nos vincula a otros y no queda preso de sentimentalismos estériles y fácilmente manipulables. Segundo, la oración nos permite sentirnos habitados. Resulta paradójico: estando a solas con Dios, sentimos la conexión con todo el mundo y, en especial, con los más vulnerables. Sentimos una llamada a la comunión que hace de nuestro límite la orilla desde donde trazar un puente hacia el otro. Tercero, aprendemos a reconocer nuestras dudas y nuestro vacío y a sostenerlo así, con paciencia y esperanza, sin llenarlo de otras cosas que convierten el vacío en charca fangosa. Y tantas otras cosas… La pregunta es esa: ¿sabemos lo que nos pasa por dentro?