La precisa bendición del graciosillo - Alfa y Omega

Un graciosillo metió mi número de móvil en uno de esos perfiles que tiene Google para dar a conocer los negocios y las organizaciones de la gente. El gracioso en cuestión vinculó mi número al perfil de un monasterio benedictino de la localidad de Guatapé. Desde entonces, la gente no para de llamarme para preguntar por los horarios, las Misas, los retiros, y cosas así. Yo siempre les contesto lo mismo: «Disculpe, señora, se ha equivocado, este es un teléfono particular». Todas las semanas me caen cuatro o cinco llamadas de este tipo.

Pero fue precisamente por esta insistente sucesión de llamadas equivocadas por lo que decidimos organizar nuestro primer retiro de catequistas en ese monasterio. Al llamar para reservar, nos dijeron que ese mes estaba todo copado. Nos dieron otra fecha, algo lejana, para dos meses después: aquella en la que la Iglesia celebra la festividad del Corazón Inmaculado de María.

Aprovechando la circunstancia, proyectamos una preparación de 40 días para la consagración al Corazón Inmaculado de María. Abrimos, además, una línea virtual para aquellos que quisieran seguir la consagración por WhatsApp. Preparamos los textos, compusimos un libro de consagración y puntualmente mandábamos las predicaciones diarias.

Otro grupo de oración de Medellín, al enterarse, nos pidió adaptar otra consagración con la que celebrar los 40 años de la Reina de la Paz en Medjugorje. Pusimos en marcha dos procesos distintos de consagración. Y por si no fuera suficiente, los participantes de los grupos transmitían a su vez la información a otros. Todo aquello era como una de esas bolas de nieve que engorda y engorda mientras baja la ladera hasta que estalla por fin en algún sitio.

Los monjes del monasterio me aseguraron que ellos no tenían nada que ver con aquel perfil de Google: no era el oficial. Por eso quiero ahora dirigirme a ti, querido graciosillo, porque todo empezó contigo, y ya ves el resultado de tu precisa equivocación: un hermoso ramo de consagrados a la Gospa. Allá donde estés, recuerda que cuando la nieve se derrite aparece la primavera. Allá donde estés, Dios te siga bendiciendo.