La Madre que visita a sus hijos
La imagen peregrina de la Virgen de los Desamparados, Patrona de Valencia, visitó, este fin de semana, por primera vez, el Centro Penitenciario de Valencia, ubicado en la localidad de Picassent. «Ha sido una experiencia muy emotiva, llena de respeto, silencio y emoción», afirma el director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria, del Arzobispado de Valencia, don Javier Palomares
Como si de la visita de María su prima santa Isabel se tratase,–la anciana, por la que ya nadie apostaba–, la Virgen de los Desamparados ha ido al encuentro «de algunos de los más excluidos de nuestro tiempo: los presos». Así ha descrito este primer encuentro de la Virgen con los reclusos don Javier Palomares, capellán de la cárcel de Picassent y director del Secretariado de Pastoral Penitenciaria, del Arzobispado de Valencia. La visita, organizada con motivo del 600 aniversario de la fundación de la Archicofradía de la Virgen, recuerda «uno de los fines fundacionales de dicha Archicofradía y de la propia imagen, que estuvo vinculada desde su origen a la atención de los cautivos y condenados, de los desamparados», afirma Palomares.
La protección maternal de María se ha vivido a flor de piel estos tres días que la imagen ha presidido el salón de actos de la cárcel más grande de España, donde hay dos edificios, uno con 1.050 presos, y el otro con cerca de 1.300 –con un total de casi 2.400 reclusos–. Durante las distintas oraciones y Eucaristías que se han sucedido, «se ha vivido un derroche de gracia, de bendiciones, y un alivio también», afirma el capellán. Los presos, con sus penas, soledades y sufrimientos, «han descansado ante la Virgen, se han sentido amados. Muchos de ellos no tienen familia, y María les ha traído ese calor familiar. De hecho, un recluso del módulo de enfermos mentales, en una oración espontánea, comentó que hacía tres años que no veía a su madre, y explicó la sorpresa que se había llevado al encontrarse con la Madre con mayúsculas en el salón de la prisión: Esto recompensa el tiempo que llevo sin ver a mi madre, y el tiempo que pasaré sin verla, afirmó».
Las oraciones que brotaban de los reclusos, que iban visitando la imagen por módulos y en pequeñas tandas de no más de cien, «han sido muy sencillas, pero salidas del corazón. Además, como esta talla tiene la característica de mirar hacia abajo, se sentían mirados directamente por María. Muchos lloraban de la emoción», explica don Javier Palomares.
Cada módulo, una experiencia
La oración de acogida, el viernes, la dirigió el grupo de formación religiosa de la cárcel, en el que hay unos 60 presos que se reúnen una vez a la semana. Después, tres mujeres de un módulo de primer grado –el régimen más restrictivo– tuvieron la oportunidad de salir para encontrarse con la Virgen de los Desamparados, «algo que resultó una experiencia muy buena para ellas, porque no salen casi nunca del módulo. Y poder ir al salón de actos, ver la imagen, la decoración de flores, los estandartes de María…, fue emocionante», afirma el capellán.
El sábado se sucedieron las Eucaristías. La primera fue con 130 hombres. «Impresionó su silencio y emotividad, estaban boquiabiertos», recuerda don Javier; «en las peticiones espontáneas, todos tenían en mente a su familia, y también pedían por la libertad». El segundo grupo fue de mujeres, cerca del centenar. «Tuve la oportunidad de estar limpiando la medalla de la Virgen que besaban las mujeres al término de la Misa, y tuve que contener la emoción al ver llegar a las reclusas, buscando el amparo de María», reconoce el capellán.
El otro gran momento del fin de semana fue el encuentro de la imagen con las presas del módulo de madres, que acudieron con sus hijos a la Eucaristía: «Hicimos el relato de la presentación de Jesús en el templo y, una a una, fueron pasando a los niños por el manto de la Virgen. Hubo algo especial, que no se puede explicar», añade. También cobró especial relevancia la oración con cuatro hombres de un módulo de aislamiento: «A uno se le había muerto su padre hace poco, y nos pidió que rezásemos por él».
«Todos hemos terminado el fin de semana felices. Hasta uno de los reclusos pidió que, el día de la ofrenda floral a la Virgen, que es ahora en marzo, pudiese salir de permiso para llevarle un ramo», concluye don Javier. Toda siembra da fruto.
La Conferencia Episcopal Española ha organizado las XVI Jornadas Nacionales de Pastoral Penitenciaria, que versarán sobre la preparación a la libertad de los reclusos, y las claves y retos de la inserción social. «Tenemos pisos y casas de acogida, para cuando salen de la cárcel, pero falta un acompañamiento más fuerte. No estamos bien preparados todavía para esto», señala doña Carmen Martínez de Toda, directora de la Jornada. El objetivo de este encuentro es «compartir experiencias sobre presos que necesitan ayuda cuando salen, porque la familia desaparece, no tienen redes sociales… También es importante analizar cómo repercute la cárcel en la persona y cuáles son las claves de intervención social, porque la sociedad no recibe bien a alguien que ha salido de una prisión», añade la directora. Para eso, la Jornada contará con expertos en pastoral penitenciaria, psicólogos, funcionarios de prisiones y miembros de diversas asociaciones y organizaciones. El encuentro, que dará comienzo mañana viernes, y durará hasta el sábado, tendrá lugar en la sede de las Religiosas Franciscanas Misioneras, en la calle Santa Engracia, 140, de Madrid. Más información en el teléfono 91 343 97 12.