La gracia de ser misionero en Gaza - Alfa y Omega

Enseña san Francisco de Sales: «La mayoría escoge según su gusto, pero pocos escogen según su deber». Dios me concedió escoger según mi deber y, cuando en mayo de 1995 el entonces superior general me preguntó si estaría dispuesto a ir a Palestina, a la Tierra del Señor, Le dije un firme «sí» que no retracté, gracias a Dios, y que le pido a Él no retractar.

Medio Oriente es una misión difícil. ¿Quién puede ser misionero allí? Dios sigue eligiendo lo que no sirve, lo innoble, para confundir a todo lo que vale (1 Cor 1, 26-29). Es así que me quiso misionero en estos lugares. Dios allana el sendero de los suyos. Y las dificultades nunca fueron tantas como para pensar verdaderamente que Él me quería en otro lugar —de haberlo visto claramente, habría pedido cambio rápido—. Desde que llegué traté de poner toda mi inteligencia, mi voluntad y mi corazón en la misión. El misionero que no ama de verdad su misión no conoce a la gente, no intenta comprenderlos, no los defiende, no los siente su nueva familia.

De allí que sea absolutamente necesario pedir al Señor fidelidad en la misión y, al mismo tiempo, poner manos a la obra con una voluntad firme.

Ser misionero en Gaza es una gracia inmerecida de Dios. Y humildemente le pido al Señor perdón por mis faltas y más ayuda para llevar su nombre a toda la realidad que allí se vive.

Gaza, hoy, es el principal campo de batalla en Tierra Santa. Una cárcel a cielo abierto donde viven 2.300.000 personas, quienes, en su inmensa mayoría, han perdido todo: sus casas, sus negocios, sus lugares de culto, sus escuelas, sus calles y, muchísimos de ellos, ¡más de 22.000!, sus vidas. 56.000 heridos. Más de 8.000 niños muertos. Miles de enfermos que están condenados a muerte. Falta todo, agua, comida, medicamentos, abrigo, diésel para motores de energía…

Deseamos el bien para todos: pedimos por el final de la guerra. Dios no permitirá que toda esta población siga indefinidamente sobre el Calvario. Ya que desde ese bendito domingo de Pascua la muerte no tiene ya la última palabra.

¡Paz para Palestina e Israel!