Un pepino y tres manzanas - Alfa y Omega

Seis meses de guerra. Han desaparecido casi por completo de la tierra fertilísima de Gaza las hortalizas, las verduras y las frutas. Muchas verduras se daban muy bien allí. De hecho, hay una clase de malva silvestre que se da abundantemente en la época de lluvia y que, esta vez, ha ayudado a paliar en parte la hambruna generalizada. Otros productos se consiguen raramente y a precios exorbitantes. Un kilogramo de tomates que antes de la guerra costaba el equivalente a un euro, hoy en día cuesta, si lo consigues, unos 30 euros. Un kilo de cebollas, de menos de un euro, a más de 20 euros.

El pepino. Hace unos días el padre Iusuf, vicario de Gaza, me contó que gracias a uno de los pocos chóferes que pudieron entrar en la Franja, además de otros productos que cargó en su vehículo, se ve que trajo consigo —¡casi de contrabando!— un pepino. ¡Sí! ¡Un pepino! Al ver cuánta necesidad había se lo dio a una persona y esa persona a otra. Comieron once en una especie de ensalada, con no sé qué otros agregados para engañar al estómago. Una ensalada de pepinos… perdón, una ensalada de pepino, en singular. Al día siguiente un niño cristiano refugiado en nuestra parroquia se acercó al padre Iusuf y le dijo en árabe: «Abuna —nuestro padre— te quiero contar un secreto… ayer comí pepino».

Tres manzanas. Hace un par de días, el mismo sacerdote me envió este mensaje: «Después de tres meses, ¡me llegaron de regalo tres manzanas!». Supe que una se la quedó él y otras dos las dio a dos familias. El mismo día me llegó un mensaje de una de nuestras misioneras que decía: «Las hermanas están muy edificadas; el padre compartió su manzana con nosotras».

¿Tienen algo para beber los cientos de refugiados que están en la parroquia? Sí. Gracias a Dios y a la sabiduría y prudencia del sacerdote diocesano que en el siglo pasado construyó el templo, conservó y utilizó un pequeñísimo y profundo manantial sobre el cual construyó una cisterna muy grande. El agua debe ser purificada, pero ha sido todo este tiempo el agua de nuestro oasis en Gaza, para cristianos y musulmanes, para los parroquianos que están refugiados en la parroquia y para los vecinos de alrededor. ¿Tienen comida? En algunas partes de la Franja de Gaza ya hubo niños que murieron de hambre.

Todo lo que podemos conseguir, lo compramos al precio que sea. «Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber», dice Jesús.