John Henry Newman y la noche de octubre que lo cambió todo - Alfa y Omega

John Henry Newman y la noche de octubre que lo cambió todo

John Henry Newman vivió su conversión al catolicismo como la entrada en puerto seguro «después de navegar un mar en tormenta». Aquel episodio marcó un antes y un después para la Iglesia católica en Inglaterra. El presidente de los obispos del país lo ha presentado como un modelo para «tiempos y circunstancias difíciles» como los actuales

María Martínez López
El Papa Benedicto XVI preside la Eucaristía de beatificacion del cardenal Newman en Birmingham (Inglaterra), el 19 de septiembre de 2010. Foto: CNS

En una noche de perros de 1845, un fraile calado hasta los huesos y aterido de frío llegó a un pequeño edificio de Littlemore. En este humilde suburbio de Oxford, vinculado pastoralmente a la iglesia universitaria de Santa María, se había instalado tres años atrás su vicario, John Henry Newman (1801-1890), uno de los cargos eclesiásticos (anglicanos) más relevantes de la ciudad y célebre por sus sermones. Vivían con él algunos compañeros del Movimiento de Oxford. Los intentos de esta corriente de acercar la Iglesia de Inglaterra al cristianismo de los primeros siglos se encontraban cada vez con más límites, y empezaban a levantar suspicacias. Por ello, el pequeño grupo había optado por dedicarse a la reflexión y la profundización en la fe, alejados del bullicio de la ciudad universitaria.

Uno a uno, algunos de ellos se hicieron católicos. Pero el cabecilla del grupo seguía en lucha. Hasta la noche del 8 de octubre de 1845. Había pedido al pasionista italiano Domenico Barberi, incansable misionero en Inglaterra y Bélgica, que fuera a visitarle. El religioso viajó durante horas bajo la lluvia en un carruaje, y recorrió los últimos cinco kilómetros a pie. Cuál no sería su sorpresa cuando a su llegada, mientras intentaba secarse y entrar en calor junto al fuego, Newman entró en la estancia y, sin mediar palabra, se arrodilló y le pidió que lo recibiera «en el verdadero rebaño del Redentor». «¡Qué espectáculo ver a Newman a mis pies!», escribió el pasionista, días después. El propio converso vivió ese momento como entrar en puerto seguro «después de navegar un mar en tormenta».

Retrato del cardenal John Henry Newman. Autor desconocido. Oratory Retreat House, Rednal Hill. Foto: CNS

Este domingo, Newman se convertirá en el primer inglés nacido después del siglo XVII en ser canonizado. El milagro que lo ha hecho posible ha sido la curación inexplicable de Melissa Villalobos, una mujer de Chicago cuya vida y la de su quinto hijo, aún no nacido, se encontraban en grave riesgo por un desprendimiento de placenta en la octava semana de embarazo.

En torno a su canonización, se han organizado numerosas actividades en Roma. La tarde del sábado tendrá lugar un simposio en la Pontificia Universidad Angelicum. La noche del mismo día están previstos una vigilia y dos conciertos, en la basílica de Santa María la Mayor y en la Chiesa Nova. Este templo acogerá también, el lunes, la Misa de acción de gracias presidida por el cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales. A estos eventos se suman también múltiples celebraciones los días siguientes en Inglaterra. El punto central serán las vísperas solemnes que se celebrarán el 19 de octubre en la catedral de Westminster. Predicará en ellas el primado anglicano, Justin Welby. Este gesto demuestra la buena acogida que la canonización ha tenido también entre los anglicanos, que también veneran a Newman como santo.

«Un buen patrono» para el Mes Misionero Extraordinario

«Es un momento ciertamente alegre. La vida de esta gran figura de la Iglesia del siglo XIX se nos pone delante como modelo», subrayaba hace unos días el cardenal Nichols, en una carta dedicada al nuevo santo. Ejemplo, en primer lugar, del «largo y difícil viaje» que realizó hasta hallar «la integridad de la fe en la Iglesia católica» y que es «una parte esencial de su testimonio». Por este motivo, puede ser «un buen patrono» del Mes Misionero Extraordinario «providencialmente» convocado por el Papa para este octubre.

Después de su conversión y de pasar un año en Roma, durante el cual se ordenó sacerdote, Newman volvió a Inglaterra como miembro del Oratorio de San Felipe Neri, congregación de la que fundó comunidades en Birmingham y Londres. Apenas habían pasado 20 años desde el fin de la discriminación a los católicos en 1829, y la figura de Newman contribuyó a conquistar para ellos una mayor presencia en la vida pública.

Una influencia que el futuro santo ejerció, en ocasiones, a su pesar. No le faltaron polémicas y disgustos, como la que terminó con una injusta condena por denunciar las acusaciones anticatólicas del exdominico Giacinto Achilli; o su enfrentamiento con el ex primer ministro liberal William Gladstone, que había afirmado que los católicos no deberían poder ejercer cargos públicos. Al mismo tiempo, recibió duras críticas por una parte de la jerarquía católica por su pensamiento profético en diversos aspectos, entre ellos la participación de los laicos en la vida de la Iglesia.

Encuentro del cardenal Newman con Domenico Barberi. Parroquia Dominic Barberi, en Littlemore (Oxford). Foto: Parroquia Dominic Barberi

«Tiempos difíciles»

Por ello, a pesar de ser elevado al cardenalato en 1879 por León XIII, después de su muerte debieron pasar muchos años hasta que, durante el pontificado de Pío XII (1939-1958), se iniciara su proceso de beatificación. En 1991, Juan Pablo II reconoció sus virtudes heroicas y en 2010 Benedicto XVI lo beatificó en Birmingham. Su memoria es el 9 de octubre, aniversario de su conversión.

«El cardenal Newman se enfrentó a tiempos y circunstancias difíciles. Igual que nosotros», subraya en su carta el presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales. Cita la pérdida «del sentido de una esperanza compartida y de una visión en torno a la cual congregarse». «Nuestra cultura actual no ofrece razones ni anima a ofrecer perdón a los que nos han ofendido. En esta sociedad es en la que debemos dar testimonio», concluye.

Un último aspecto relevante del nuevo santo, para Nichols, es «su atención inquebrantable hacia los pobres». Por este motivo, a su muerte, «miles de personas salieron a las calles de Birmingham para mostrarle su amor y presentarle sus respetos al paso del carruaje fúnebre». Entonces, incluso su anterior adversario, Gladstone, reconoció que la influencia histórica que había tenido «estaba sostenida por su extraordinaria pureza de carácter y la santidad de su vida».