¡Vidas negras importan! Millares de personas en Estados Unidos y en otros países, también en Brasil, salieron a las calles, manteniendo las medidas de protección, para hacer frente a una pandemia histórica y estructural al sistema político y económico: el racismo contra la población negra. Racismo que encarna una forma de dominio y violencia.
¡Vidas indígenas importan! En Brasil, movimientos y organizaciones sociales alertan sobre un genocidio también estructural e histórico sobre los pueblos indígenas y sus territorios. Vidas indígenas son eliminadas o amenazadas cuando defienden su derecho a vivir y a vivir en su tierra. Y vidas indígenas son arrasadas por una nueva pandemia vírica —otra más— que los encuentra en Brasil con el Estado omiso mirando hacia otra parte. A la hora de cerrar este texto supimos del fallecimiento del tuxaua (líder) Milton, de la comunidad macuxi de Willimon, en la tierra indígena Raposa Serra do Sol, donde nosotros comenzamos a gatear en la misión. Milton se une a los más de 200 indígenas fallecidos en Brasil, entre los cerca de 2.500 indígenas contagiados. Y son muchos más, un número que nunca se sabrá, porque no interesa.
¡Vidas en el Mediterráneo importan! Dejar que el mar acoja sus nombres nunca dichos, siempre anónimos, nos denuncia a cada uno de nosotros.
Todas ellas son formas de vida que resisten, que se agarran al derecho a existir. Y todas son vidas negadas antes de tiempo, muertas por una violencia que es estructural y concreta. La indiferencia no es mejor que la violencia: es una condición para que esta se perpetúe.
Importan. Vidas negras, vidas indígenas, vidas inmigrantes. Porque ellas, y otras, desnudan las contradicciones de una economía que mata, por más que a algunos les dé sensación de seguridad y prosperidad, por más que se nos presente como un modelo hegemónico e insustituible, mientras continúa declarándole la guerra a la vida y a las fuentes de la vida: el agua, la tierra, el aire, el bosque.
Acabamos de celebrar la fiesta de Corpus Christi. Qué otra cosa puede ser hoy esa Vida partida y compartida, sino este grito imprescindible: ¡Importan!