Iglesia católica en Siria. Tras las huellas de san Pablo
Durante siglos y siglos, los cristianos —cuya comunidad actual visitará el cardenal Rouco, como Legado del Papa— han mantenido su identidad. Hoy son una comunidad fuerte, a pesar de las dificultades, y tienen en san Pablo un referente para seguir celebrando la fe como hace siglos
El padre Romualdo Fernández es un franciscano que lleva 40 años en Siria, pero los últimos meses han sido algo más ajetreados de lo normal. La celebración del Año Paulino ha traído consigo muchas celebraciones, y eso, en el santuario de la Conversión de San Pablo, en Damasco, donde él vive, se nota. «Hemos vivido este Año Paulino de una manera especial —afirma—, sobre todo en las fechas más señaladas. Han venido muchos peregrinos, de Italia en su mayoría. Y hemos tenido un congreso internacional de estudios paulinos, muchas charlas, una Semana bíblica dedicada a san Pablo…». Todo, con total libertad, porque, según este veterano franciscano, «aquí formamos una sociedad única, no hay tanta diferencia como pudiera pensarse desde fuera de Siria. Aquí se vive la fe mejor que en otras partes, gracias a la Constitución y al Derecho civil sirio, que nos hace a todos iguales. No hay dificultades especiales por el hecho de ser cristianos, no como en Jordania o Arabia Saudí».
Los cristianos en Siria constituyen el 10 % de la población total, y se distribuyen en doce grupos distintos. Cada uno tiene su modo de vivir la fe, su propia liturgia, sus propias características étnicas e históricas. Muchos conservan liturgias ancestrales, y se puede decir que Siria posee la mayor parte de las ruinas cristianas de los siglos IV al VI, en los tiempos de la gran expansión del cristianismo. Hoy, la Iglesia católica en Siria es una de las Iglesias orientales católicas con una identidad más fuerte, y abarca comunidades que traspasan las fronteras de Siria. Se separó de la comunión con Roma tras el Concilio de Calcedonia, en el año 451, pero posteriormente pidió el reingreso en la Iglesia católica y pertenece plenamente a la Iglesia romana desde 1656. Estas idas y venidas de las que ha sido testigo la Historia no le ha impedido conservar muchas tradiciones del pasado. Por eso, todavía hay zonas de Siria en las que se sigue rezando el padrenuestro en arameo, la lengua que utilizaba Jesús. Y también se habla el arameo en muchas partes de la liturgia, así como en las conversaciones de muchas familias en el interior de sus casas.
Desde el santuario de la Conversión de San Pablo, el padre Romualdo hace una llamada a visitar el lugar donde el Apóstol de los gentiles cambió de vida, sobre todo porque san Pablo «tiene que decir muchísimo al hombre de hoy. Sus epístolas son la base de la teología cristiana, y también de la ascética y mística cristianas. ¡Pero hay que leerlo! ¡Hay que leer más a san Pablo, y estudiarlo! No le quita al Evangelio, pero junto a los evangelios, sus Cartas completan el Nuevo Testamento, y nos dan la base del ser cristiano».
ABUNA DABASHMAYYA
Padre nuestro que estás en el cielo,
ITHQADDASH SHEMAK,
santificado sea tu nombre,
TITHE MALKUTHAK
venga a nosotros tu reino,
TITH’ABED RE’UTHAK
hágase tu voluntad
KEDI BASHEMAYA KAN BAR’A
en la tierra como en el cielo.
LAJMANA HAB LANA SEKOM YOM BEYOMA
Danos hoy nuestro pan de cada día,
WU SHEBOQ LANA JOBEINA
perdona nuestras ofensas
KEDI AF ANAJNA SHEBAQNA LEJEIBINA
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
WELA TA’LANA LENISION,
no nos dejes caer en la tentación
«Paz justa en Irak, reconciliación en el Líbano y en Tierra Santa, detener la diáspora de cristianos de Oriente Medio»: éstas son las esperanzas que ha presentado a Benedicto XVI el Patriarca de Antioquía de los sirios, Mar Ignatius Joseph III Younan, al final de la audiencia que tuvo, la semana pasada, con el Papa Benedicto XVI.
«Nuestra Iglesia es pequeña, pero se remonta a los tiempos apostólicos —afirmó el Patriarca— y custodia una gran tradición, un precioso patrimonio litúrgico y espiritual». Se calcula que los católicos sirios son hoy unos 150.000 en el mundo. Viven principalmente en Iraq (42.000) y en Siria (26.000), y cerca de 55.000 están en la diáspora, tras haber huido para tener mejores condiciones de vida. Aun así, el Patriarca resaltó su voluntad de «seguir testimoniando el Evangelio en un contexto atribulado, marcado también por un fanatismo violento».