Sangre, sufrimiento, violencia, muertos, terrorismo… La escalada de la barbarie y de la sinrazón ha vuelto a la martirizada tierra de Palestina. Es como una inacabable espiral que plantea, ante la irresponsabilidad de la condición humana y de la pasividad de quienes podrían resolver la situación, el interrogante permanente: ¿Hasta cuándo? Los misiles de las brigadas Al Qassam, de fabricación iraní, han vuelto a romper el letargo de una tregua siempre ambigua. Israel ha respondido y amenaza con responder todavía más. Lean lo que el párroco de la única Iglesia católica de Gaza nos cuenta en este número de Alfa y Omega. Unos se echan la culpa a otros, como siempre, y la eterna miseria del terrorismo sigue produciendo sus letales efectos. Israel tiene derecho a su seguridad, y Palestina tiene derecho a estar en su tierra. Pero, mientras los misiles y los antimisiles sigan dictando su terrorífica ley, los muertos seguirán contándose por centenares o por miles, y la destrucción será masiva. Los misiles no tienen ética ni moral, y los niños que mueren no tienen culpa de nada. En todas las guerras todos pierden. ¿Hasta cuándo?
