Habla el párroco de Gaza: «Por cada bomba que cae, una oración se eleva al Buen Dios»
«Nuestra misión es estar junto a los cristianos de Gaza. Acompañarlos, llevar junto con ellos esta cruz»: habla para Alfa y Omega el padre Jorge Hernández, párroco de la Sagrada Familia, la única parroquia católica de la Franja de Gaza. Cuando estalló el conflicto, este misionero del Verbo Encarnado se encontraba en Argentina, acompañando a su padre enfermo, pero entendió que su sitio estaba con sus feligreses, bajo las bombas
Encontrar al padre Jorge al teléfono es sumamente difícil, pues vive continuamente pendiente de sus parroquianos, preocupado por cómo están y qué necesitan. Es difícil dar con él al aparato, en plena operación Pilar de defensa, que el ejército de Israel ha lanzado contra Hamás. En esta guerra –dice por fin, para Alfa y Omega, desde el otro lado del teléfono, el sacerdote y misionero argentino–, «estamos destinados a perder todos. Espero que lo comprendan también aquellos que están luchando en nombre de los dos pueblos y que, estoy seguro, desean la paz sobre cualquier otra cosa».
La parroquia de la Sagrada Familia se extiende entre una población de un millón y medio de habitantes (en su inmensa mayoría, musulmanes), apiñados en la Franja de Gaza. Los cristianos son unos dos mil quinientos, la mayor parte ortodoxos. Los católicos de rito latino confiados al padre Jorge son doscientos. Pocos, pero bien conocidos por su actividad. La Iglesia católica dirige una escuela (la más prestigiosa) para niños musulmanes y cristianos, un centro juvenil parroquial y un centro para niños discapacitados.
«El estruendo ensordecedor de las bombas, la inseguridad y el miedo hacen que este pueblo padezca una tortura, no sólo cruenta, sino también cruel y despiadada en lo espiritual y en lo psíquico», denuncia este misionero del Verbo Encarnado, que cita, a modo de ejemplo, el caso de una niña de su parroquia, con una crisis nerviosa provocada por los bombardeos. «Los misiles no entienden de ética ni de moral, no diferencian entre joven o anciano, cristiano o musulmán, varón o mujer. Simplemente, caen y destruyen. Cuando se escuchan los aviones y la posterior descarga de los misiles, la gente experimenta una congoja interior muy grande; y, algunos, el alivio de no haber sido alcanzados. Y siempre la constante pregunta: ¿Hasta cuándo?», explica.
El corazón, en el cielo
Cuando estalló el conflicto, el padre Jorge regresó urgentemente desde Argentina, donde se encontraba unos días acompañando a su padre enfermo. Vuelve a una zona en guerra, para lanzar un apremiante llamamiento a la paz: «¡Lo que pedimos a todos los responsables es que dejen a Gaza vivir en paz! Nos preguntan por los cristianos que sufren. Sufren, sí, por ser cristianos, pero también sufren por ser palestinos. Si, como palestinos, padecen la injusta agresión a la par que sus hermanos musulmanes, como cristianos se resignan y se encomiendan a la Divina Providencia de Dios Padre, con un simple Al Hamdu lil’a (Laus Deo! ¡Alabado sea Dios!) Así se entiende esa extraordinaria fortaleza en el sufrimiento que los caracteriza y que tanto edifica».

Este sacerdote lo habría tenido muy fácil para librarse de este infierno, pero entendió que su misión era «estar junto a los cristianos de Gaza, acompañarlos, llevar junto con ellos esta cruz. Así que los visitamos y los llamamos por teléfono, los animamos y los consolamos, al tiempo que les enseñamos el verdadero sentido del dolor cristiano, es decir, esa participación en los dolores de Cristo» cuenta a Alfa y Omega.
Tampoco las religiosas se van
¿Y él? ¿Cómo vive esta terrible situación? «Sería largo describir cual es la actitud interior del pastor, de los religiosos y misioneros en circunstancias como éstas –confiesa el padre Jorge–. En la celebración de la Santa Misa, en el silencio de la adoración eucarística, en el rezo del Santo Rosario, tenemos presentes a todos los que sufren. Se aprende, además, a estar preparado en todo momento, a poner el corazón en las cosas del cielo, a pensar las cosas de frente a la vida eterna. Por cada bomba que cae, una oración se eleva al Buen Dios para que acoja esas pobres almas y tenga piedad de ellas. Y reflexionamos: ¡Cuántas muertes en vano! ¡Cuántos inocentes muertos por una causa que ni conocen! ¡Cuántos huérfanos y viudas por causa de los ataques!… Pues bien, por todos y cada uno de ellos se eleva al cielo una oración».
El sacerdote subraya el edificante ejemplo de valor y entrega total e incondicionada de las religiosas que están en nuestra parroquia, «quienes pudiendo haberse ido prefieren quedarse y llevar esta cruz junto a los demás». Tres son las Congregaciones de religiosas presentes en Gaza: las Hermanas del Rosario (de Jerusalén), las Misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa de Calcuta, y las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará, familia religiosa de origen argentino.
El padre Jorge concluye con una exhortación final: «En una guerra, nadie gana. Diría, más bien, se pierde. Cada una de las partes deberá pagar, a su modo, las consecuencias de una guerra; consecuencias de todo tipo, incluso la consecuencia de haber perdido lo más propio del hombre: la humanidad».