Tal vez por lo que Ricardo dice, en la viñeta que ilustra este comentario, las Bolsas europeas se tomaron con calma los resultados de las elecciones en Grecia, el pasado domingo, y sólo fue la de Atenas la que perdió tres puntos, que ya se sabe que nada hay que le dé más miedo al dinero que la inestabilidad y la inseguridad, y de eso las elecciones griegas han traído para dar y tomar, fuera de Grecia y en Grecia, donde los griegos no son víctimas de Europa, sino de sí mismos, y los de Syriza les han engañado diciéndoles lo que querían oír, y donde los extremos se tocan y coaligan, como nacionalistas que son. Tampoco estaba nada mal la viñeta que pintaron, el mismo lunes pasado, en El Mundo, Gallego y Rey, en la que se veía al de la coleta entrando por un agujero en el caballo de Troya y, al final del caballo, su cola no era otra cosa que la coleta del cantamañanas español.
A decir verdad, ni Grecia es España, ni mucho menos, porque Grecia, más que otra cosa, es Turquía todavía –y, a este paso, lo que te rondaré, morena–, ni el partido Syriza tiene que ver tanto con Podemos como con Izquierda Unida, porque su tejido no salió de los indignados y resentidos callejeros, orquestados por un grupito de manipuladores universitarios, sino de telares estrictamente politiqueros, o sea, pura casta. Por lo que, durante estos días, nos han contado los enviados especiales, en España no hay, como en Grecia, una cuarta parte de la población sin seguridad social ni sanidad pública ni, afortunadamente para nosotros, tantas otras cosas intolerablemente insoportables, aunque tampoco estemos como para tirar cohetes, ya que aquí se reivindica la memoria histórica de la incivil guerra civil y de sus prolegómenos, pero no se quiere saber nada de la memoria de anteayer mismo, como quien dice, cuando Felipe, Carrillo y Guerra, Maravall y Calviño, Solana y Tierno ponían concienzudamente las bases para que a esta querida España no la conozca hoy ni la madre que la parió, y cada día que pasa, menos.
Qué sé yo…, se habrá roto algún trozo del cartel, pero aquí el viajero puede ver, a la entrada de un pueblo andaluz, un cartel en el que se lee: ¡Queda totalmente prohibido! …y nada más. Aquí, el lince que, a falta de un Congreso, ha organizado la Convención del PP, el mismo fin de semana de las elecciones griegas, casi consigue que no se le haga ni caso a lo que ha dicho Rajoy, o a eso que ha dicho Aznar –y que no he visto en titulares– de que «no es lo mismo decidir para destruir que para construir», y de que «tenemos que aspirar a ser los mejores, no los menos buenos». Sí, porque el mal menor, por muchas vueltas que le den, no deja de ser un mal. En todo. Y el futuro del PP será importante, pero lo verdaderamente importante es el futuro de España. En todo. Aquí, hasta en el mismísimo monasterio de Poblet, se reúne el jesuita Ferrer Benimelli, y más gente, con los prebostes de las logias masónicas de obediencia española, a ver qué se puede seguir tramando. En todo.
Aquí, Ignacio Camacho ha escrito sobre «la fascinación pija por los revolucionarios»; y Luis Ventoso, sobre «los tele comunistas». Aquí, Herman Tertsch ha avisado de que «España puede estar, en noviembre, dispuesta a pegar un salto hacia la nada», y Curri Valenzuela ha escrito sobre «la reina del Sur», Susana Díaz, quien, como quien no quiere la cosa, acaba de adelantar las elecciones en Andalucía y los aforamientos blindados y «va a conseguir que nadie hable de los ERES falsos, del fraude de los cursos de formación y del próximo procesamiento de Chaves y Griñán». ¿Cuánto tiempo hace que ustedes no han vuelto a leer ni línea, ni han vuelto a oír hablar de los ERES en Andalucía, que multiplican por diez la corrupción conjunta de todo lo demás? Aquí, donde los de la oposición son los adversarios, pero el verdadero enemigo está en casa, ya han conseguido que la juez Alaya tire la toalla; aquí sabemos que el Gobierno sacó 15.300 millones de euros, que se dice pronto, de la hucha de las pensiones, pero no hemos oído que vaya a devolverlos, y eso que, con la bajada del petróleo, podría hacerlo; aquí lee uno que «Urdangarín renuncia a pactar con la Fiscalía» –¿desde cuándo los delincuentes pueden pactar con la Fiscalía?– y aquí el escritor y académico Juan Van Halen escribe que «el permanente sueño de los partidos bonsáis es que se produzca una situación de crisis y se provoque un desencanto colectivo, que los partidos mayores se resientan, y así ellos puedan pescar en el río revuelto». Bueno, pues ni siquiera así esto es Grecia aún, y ni aquí ni allí, ni en ningún sitio, la dignidad de un pueblo es, ni será nunca, cuestión de dinero. Dice Carrascal que «fuera de Europa hace mucho frío». Bueno, pues eso…