Bueno, pues ya está: ¡maravillosa, espectacular, fascinante la manifestación en París!; ya se hicieron todos –bueno, casi todos– la imprescindible foto de la unidad, incluso Netanyahu y Abás, el israelí y el palestino: una unidad de fotografía. Ya ha vuelto cada mochuelo a su beligerante olivo. Y, ahora, ¿qué? ¿Unas mediditas de emergencia…, y hasta el próximo atentado y la próxima foto? Por no unirse, ni siquiera fueron capaces de comprometerse firmemente con un manifiesto unánime contra el delirante terrorismo en nombre de Alá. ¿Cómo se van a poner de acuerdo si no lo están, si cada uno entiende por paz y por libertad una cosa diferente? ¿Están todos de acuerdo en que no hay libertad sin responsabilidad? ¿Están todos de acuerdo en que es la verdad, y no la libertad, la que hace libre a la gente? ¿Están todos de acuerdo en que uno de los pilares de la civilización occidental es el imprescindible respeto recíproco? ¿Están todos de acuerdo, por tanto, en que una cosa es la sacrosanta libertad de expresión, y otra, bien diferente, la burla de lo sacrosanto, ofender deliberadamente a Dios blasfemando, ofender al prójimo mofándose de sus creencias más respetables? ¿Están todos de acuerdo en que pueda existir siquiera un derecho a blasfemar, o sólo lo están quienes creen que existe un derecho al aborto?
La revista Études, de los jesuitas franceses –¡oh lá, lá!–, ha reproducido las menos duras de las caricaturas blasfemas e irrespetuosas publicadas por la revista satírica francesa cuyos redactores han sido salvajemente asesinados, y argumenta que «el humor es un buen antídoto del fanatismo». Desde luego, y por supuesto; pero ¿eso es humor? ¿De verdad que eso tiene algo que ver con el humor? ¿Están todos de acuerdo siquiera en que, a pesar de que dichas caricaturas nada tienen que ver con una verdadera civilización, de ningún modo se puede tolerar que por eso se asesine a sus autores, ni a nadie por nada? En un fabuloso artículo contra corriente y lleno de gallardía y de sentido común, digno del Cavia, Juan Manuel de Prada afirma, en ABC: «Y llegados a la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente derecho a la blasfemia, incluso en medios católicos. Sirva este artículo para dar voz a quienes no se identifican con este cúmulo de paparruchas, hijas de la debilidad mental». ¿Cree alguien medianamente sensato que Europa, si es que sigue existiendo, volverá a pintar algo y a ser algo, si no vuelve a sus raíces y a su identidad genética, a la que debe las pocas virtudes (valores son los de la Bolsa), que todavía le puedan quedar?
El máximo respeto al Islam exige decir la verdad, según la cual, todo no da igual y todo no vale, porque si todo da igual y todo vale lo mismo, entonces nada vale un pimiento. Islam son más cosas –lo cual no quiere decir que sean mejores– que religión. ¿Cuándo va a dejar Occidente de suicidarse, relativista y multiculturalmente, corroyendo y prostituyendo sus propias raíces? Échenle un vistazo a la viñeta de Puebla que ilustra este comentario. Occidente activa todas sus alarmas, titulan los periódicos. ¡Ah, pero ¿es que no estaban activadas?; ¿por qué no? Por cierto, ¡enhorabuena a Interior y a las Fuerzas de Seguridad por la redada de abogados proetarras. Ya iba siendo hora! Florentino Portero, clarividentemente, ha dicho, estos días, que, mientras se siga cediendo al terror, el terror obviamente irá aumentando. ¿Se puede participar legítimamente en una manifestación como la de París, y no participar en las manifestaciones de las víctimas del terrorismo etarra? ¿Es de recibo protestar en París, y seguir diciendo y haciendo lo que se hace, en y desde la Junta de Andalucía y desde el PSOE, sobre la catedral de Córdoba? Por preguntar, que no quede… Se ha escrito y hablado, estos días, de la ejemplar respuesta de los franceses. Es verdad, aunque no ha sido de todos o de casi todos, como siempre ha sido, mayoritariamente, la del pueblo español frente al terrorismo etarra, y el buen pueblo español en el 11–M, si bien la diferencia, respecto a los de Francia, fue la respuesta de algunos partidos y de algunos políticos, intelectuales y medios de comunicación… Hay cosas que no se deberían olvidar. ¡Ah! Los cafres de Boko Haram siguen asesinando por millares y raptando y secuestrando y violando. Y la barbarie del aborto es un genocidio permanente. ¿Para cuándo alguna espectacular y coherente manifestación de protesta?