El vendedor. La afirmación serena del sentido de la vida
Nos llega con dos años de retraso una pequeña joya del cine canadiense, la ópera prima de Sèbastien Pilote que, además de arrancar aplausos en los festivales de Los Ángeles, Boston y Río de Janeiro, obtuvo los Premios de la crítica (Fipresci) en los festivales de San Francisco, Mannheim y Turín, todos en 2011
Marcel Lévesque (Gilbert Sicotte) es un viudo que trabaja en un concesionario como vendedor de coches. Durante meses, bajo una interminable y continua nevada, trata de vender coches con tanto oficio y profesionalidad, que lleva muchos años consiguiendo el diploma al Mejor Vendedor del concesionario. Ya ha pasado su edad de jubilación, pero él sigue trabajando porque es toda su vida, no sabe hacer otra cosa, y sobre todo… ya no hay nadie en casa que le espere. Sólo le quedan su hija y su nieto, con los que mantiene una cariñosa y cercana relación.
Marcel es, ante todo, un caballero, educado, cortés, buen compañero, pendiente siempre de comprar refrescos para sus colegas de trabajo. Y aunque no practica mucho, es un creyente sincero, que enseña el Padrenuestro a su nieto, y que reza a la Virgen para pedir su protección. Como telón de fondo, hay un tema social de actualidad: casi todos los trabajadores de la comarca viven de una fábrica de papel, que está en suspensión de pagos desde hace más de un año y cuyo cierre es inminente. Marcel se siente solidario con ellos, aunque no puede hacer nada para mejorar su situación.
Realmente sorprende esta película canadiense que, además de los Premios citados en el encabezamiento, tras su paso por el festival de Sundance, triunfó en certámenes periféricos como el de Bombay (Gran Premio del Jurado y Premio al mejor actor) y su protagonista obtuvo el Premio Jutra canadiense al mejor actor. Sorprende, porque hace añicos cualquier expectativa convencional que tenga el espectador respecto al desarrollo de su trama. Pero si la vida no se rige según el modelo clásico de planteamiento, nudo y desenlace, esta cinta de Sèbastien Pilote tampoco lo hace. Nos muestra un trozo de vida, con sus alegrías, sus dolores, sus silencios, sus ausencias, sus compañías y soledades. Y ya está. Pero, lejos de resultar tediosa, la película reconforta porque hay mucha verdad en la vida aparentemente anodina del protagonista Marcel Lévesque. Sobre todo, brilla una suave positividad última que mantiene al personaje de pie a pesar de los sucesos terribles que le van a golpear. Si los personajes de la cacareada Amour, de Hanecke, se rinden a la tentación de la nada y el sinsentido, dejando que el rencor a la vida lo invada todo, Marcel afirma, con su sobria y melancólica existencia, un significado profundo de las cosas. No estamos hablando de un personaje vitalista, festivamente inundado de una alegría contagiosa, sino de un hombre sereno, estable, un hombre austero que parece erigido sobre sólidos cimientos y básicas certezas. Nada hay de heroico o espectacular en su vida, a no ser que consideremos propio de un héroe caminar erguido en medio de un mundo de amargos sinsabores. Este Quijote posmoderno no tiene más ideal que el de una vida honesta y el del trabajo bien hecho; no articula sofisticados discursos ni se apoya en coartadas intelectuales.
Un actor que sabe transmitir con la mirada
Es fácil imaginar que, después de lo dicho, El vendedor requería como pieza fundamental un actor capaz de hacer un trabajo de interiorización profunda del personaje, un actor que supiera transmitir todo con la mirada y sostener numerosos primeros planos sin atisbos de histrionismo o sobreactuación. El guionista y director Pilote tuvo la fortuna de encontrar todo ello en el actor de Quebec Gilbert Sicotte, muy conocido en las series de televisión canadiense. En realidad, todo el reparto está tocado de esa contención, un reparto en el que no hay antagonistas, más allá de la nieve y la crisis económica.
El paisaje nevado es fundamental para sintonizar con las vivencias más íntimas de los personajes, mostrados a través de esos largos travellings desde la ventanilla de un coche con la partitura para piano seleccionada por Sébastien Lépine. Desde luego, no estamos ante una película de consumo, para ver al compás de la degustación de palomitas. El vendedor es una cinta para los que creen que el cine es un arte que ayuda a asomarse en el misterio de la vida, y descubrir en él y en ella los destellos de la verdad.
Sèbastien Pilote
Canadá
2011
Drama
+7 años