El velo y el lugar de las religiones - Alfa y Omega

Tras el informe encargado por el Ministerio del Interior francés y la manifestación de hace algunas semanas contra la islamofobia, Macron ha hablado de la laicidad en la reunión que la semana pasada mantuvo con los alcaldes del país. Los más acérrimos defensores de la laicidad republicana llevaban meses pidiendo al presidente que se pronunciara sobre esta cuestión. Macron, por fin, lo ha hecho. Eso sí, a su manera.

El presidente no se suma, al menos a priori, a la prohibición de las listas comunitaristas. Su tesis es la del combate político más que el de la prohibición. El islam político busca hacerse un espacio en las elecciones municipales del próximo mes de marzo. Y eso, el presidente lo reconoce, pone en tela de juicio la tradición republicana. Por eso no parece que la ley de 1905 vaya a reformarse para adaptarla a un islam francés. «La laicidad, dijo Macron el pasado día 20, es un marco de libertad, de respeto y de neutralidad. No es un marco de combate. Eso sería un grave error político. Vamos a aplicar y respetar este marco en todas partes. […] pero no nos confundamos. A menudo se confunden la laicidad, la civilidad y el orden público».

La laicidad entendida como exclusión, algo en lo que el presidente de la República y el arzobispo de París coinciden, provoca humillación, y la humillación refuerza las identidades comunitarias. ¿Por qué en los años 80, se preguntaba la semana pasada monseñor Aupetit, había menos mujeres musulmanas que vistieran con velo? Esta prenda tiene un valor identitario como lo puede tener la sotana, apuntaba el arzobispo, para algunos jóvenes sacerdotes franceses. La cuestión, por lo tanto, no es el velo, sino la identidad y la pertenencia. Y no solo de los musulmanes, sino de todas las confesiones religiosas presentes en Francia.

El periódico La Croix lleva tiempo insistiendo en esta tesis que es la que el filósofo Bourdin llama «resocialización» de las religiones. Macron también se ha pronunciado sobre eso al reconocer, como lo hizo en el colegio de los Bernardinos, que las religiones sirven al bien común. No se trata de «reconfesionalizar» decía La Croix hace unos días, sino de integrar para fortalecer la unidad social y política de la nación francesa.

Francia es una sociedad plural en la que la cuestión religiosa ya no puede entenderse solo con relación al cristianismo. Un desafío más que también en España deberíamos afrontar.