El 18 de octubre nos hemos reunido en la III Jornada de Estudio sobre Nuevas Formas de Vida Consagrada, con muchos rostros conocidos, porque desde hace seis años venimos caminando juntos. Algunos se acercan por primera vez a este tipo de convocatorias: unos son canonistas y teólogos interesados en el tema; otros, la mayoría, miembros de nuevas realidades eclesiásticas: dieciséis se han dado cita en esta ocasión. Todos con el deseo de vivir un momento fecundo de encuentro y reflexión conjunta, como lo fueron las Jornadas de estudio celebradas en 2009 y 2011, de lo que quedó constancia en las Actas.
El Beato Juan Pablo II, hablando a los consagrados, decía que «estas nuevas formas de vida consagrada, que se añaden a las antiguas, manifiestan el atractivo constante que la entrega total al Señor, el ideal de la comunidad apostólica y los carismas de fundación continúan teniendo también sobre la generación actual, y son además signo de la complementariedad de los dones del Espíritu Santo» (Vita consecrata, 12). Ésa es nuestra experiencia, de la que puedo dar testimonio personal desde mi condición de misionera idente –nueva forma de vida consagrada– y por la atalaya privilegiada que me proporciona mi tarea eclesial.
El canon 605 del Código de Derecho Canónico recoge el hecho cierto de que el Espíritu Santo puede inspirar otras formas de vida consagrada no previstas en la Iglesia. Pero ¿en qué consiste esta nueva forma de consagrarse a Cristo?; ¿qué aportan estas comunidades?; ¿en qué se distinguen de los religiosos? Son muchas las preguntas que surgen. La vida precede a la normativa; el estudio canónico y teológico trata de encontrar respuestas adecuadas.
¿Qué son las nuevas formas de vida consagrada?
Solemos encontrarnos ante una sola institución con miembros de los diferentes estados: célibes, clérigos, casados; y de uno y otro sexo: hombres y mujeres; con un gobierno unificado y superiores de las diferentes ramas. Los vínculos suelen ser de pobreza, castidad y obediencia, adecuadas al propio estado. Viven una fuerte espiritualidad y capacidad evangelizadora en distintos ambientes. Valoran mucho la comunión eclesial, abiertos a la colaboración para la misión.
Son sólo algunos trazos.
Esta III Jornada ha seguido delineando el perfil con dos ponencias marco: Las nuevas formas de vida consagrada, ¿concreción carismática de la eclesiología de comunión?; y Elementos comunes de las Nuevas Formas de Vida Consagrada.
Se trata de un camino teológico y canónico, y se ha dado un paso más en su descripción, pero sobre todo queremos testimoniar y agradecer la experiencia de la acción del Espíritu Santo: «Sólo Él puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad».
Lourdes Grosso García
Directora del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada (CEE)