«”Qué puedo replicar a mis alumnos cuando sostienen que el embrión no es más que un amasijo de células o parte de la madre?”. Esta pregunta es una constate. Recibo correos de muchos profesores de Secundaria pidiéndome que les ayude a responderla», compartió una vez con nosotros el catedrático de Genética y profesor del máster en Bioética de la Universidad Rey Juan Carlos, Nicolás Jouve.
La bioética no es una cuestión que afecte únicamente a los profesionales de la salud. Los posicionamientos ante la vida intrauterina humana (como ante tantos otros problemas bioéticos, ya sean la eutanasia o la clonación) no se plantean en la madurez de las personas. Surgen en la pubertad. Es en esta época, en la que acontece el despertar sexual de la adolescencia, cuando la mayor parte de los chicos se plantea la cuestión del aborto. Y muchos se la plantean desde una perspectiva utilitarista. Para quien la posibilidad de dejar o quedar embrazada es real, pero prima que nada limite el deseo sexual, no cabe el respeto total a la vida intrauterina. Es un daño colateral que, cuanto más se oculte, más se minimizará. Cuando este planteamiento se ha aceptado en la primera juventud, en plena efervescencia del deseo, y la vida se ha acomodado a él, difícilmente la fuerza de los argumentos y la evidencia de la verdad de la vida intrauterina, de su inicio en el momento de la concepción, llegarán a ser considerados. Esto explica por qué hoy la defensa total de la vida humana parece una batalla social perdida. No se hizo espacio para la verdad cuando las preguntas se formulaban y, una vez contestadas, la forma de vida asumida sencillamente reafirma la respuesta inicial.
El momento de dar respuestas…
Es por ello necesario abordar las cuestiones bioéticas básicas en el momento y edad en que estas son formuladas, no años más tarde. La educación sexual no puede prescindir de una educación bioética. Sin embargo, los profesores de Secundaria, incluso de Bachillerato, muchas veces carecen de la capacidad adecuada, como muestra la reiterada pregunta formulada al profesor Jouve, para afrontar las respuestas en la edad en la que estas marcan en algunos casos la vida futura. Por esto es importante que los colegios pudieran tener un educador capaz de orientar en las cuestiones bioéticas (humanas y ambientales) que constantemente están surgiendo en estos tiempos.
¿Cómo enseñar el valor de la vida humana y su inicio? ¿Qué problemas conlleva la clonación? ¿Es responsable seguir produciendo alimentos transgénicos? ¿Vale la pena acabar con el sufrimiento del enfermo en su fase terminal acortándole la vida? La maternidad subrogada, ¿es una solución a los problemas de fecundidad? ¿Qué sucede en un aborto de pocas semanas? ¿Podemos crear o destruir especies animales? Muchas de estas preguntas se las hacen los jóvenes cuando aún no han abandonado el colegio. Y sus respuestas proceden de la opinión pública mayoritaria unida a sus experiencias y vivencias personales. Por ello es importante no solo utilizar estas preguntas como objeto de debate en los colegios para mejorar la capacidad argumentativa, de razonamiento y expresión de ideas propias de los estudiantes, sino abordarlas más allá de un ejercicio retórico y con la seriedad que pueden ofrecer hipótesis sólidas, donde al menos haya un profesor con una formación lo suficientemente potente como para no dejar cuestiones tan esenciales para el futuro de los jóvenes en manos de quien mejor se exprese, que es como decir en manos de la opinión pública mayoritaria del momento.
…o se escaparán de las manos
Como dijo el Papa Benedicto XVI en su encuentro con profesores universitarios en El Escorial, durante la JMJ de 2011, «la juventud es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo Platón: “Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se te escapará de entre las manos” (Parménides, 135d). Esta alta aspiración es la más valiosa que podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simplemente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos fríos, usados solo funcionalmente». Invertir en ayudar a comprender quienes somos, en educar, no es una tarea que pueda posponerse para la vida adulta.