Cartas a la redacción - Alfa y Omega

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Iglesia

Vivía malmuriendo la manera
de hallar al fin el ideal sendero,
llamé a tu puerta, como un pordiosero,
y abriste para mí la primavera:

La Iglesia peregrina y misionera
nacida del costado del Cordero,
en cuyo seno vivo y morir quiero,
sintiendo, madre, tu oración postrera.

En ti encontré el sentido de la vida,
el surco de fecunda sementera,
artesa del maná, lagar del vino…

Manjares que suturan toda herida
y alumbran al que vive en la ceguera,
mostrándole que Cristo es el Camino.

Ángel Villena
Oviedo

Un fruto en mí, del Año de la fe

Para mí, el Año de la fe ha supuesto un gran cambio en mi vida. Mi fe había estado durante años adormecida, la vivía casi de puntillas: misa dominical, rezar sin pedir nada -quizás con el convencimiento de que el Señor conoce mis necesidades-… Hoy sé que hay que pedir mucho y por muchas personas y motivos. En este Año de la fe, se ha obrado en mí el milagro, y me viene de la mano de Alguien que me introduce de lleno en esa fe y en ese amor a Jesús, que cada día quiero cultivar. Me siento pletórica y feliz: no sólo amo al Señor, sino que creo firmemente en su Iglesia, tan cuestionada por mí en otro tiempo; y, a nivel individual y libremente, me someto a la coherencia de la fe creyendo firmemente en la Palabra de Dios con entusiasmo. Y todo, como consecuencia de un sacerdote que, por obediencia y fidelidad a su ministerio, comenzó hace un año el camino de la nueva evangelización para con todos los que le seguimos y nos alimentamos con sus palabras sobre la Palabra, con las Eucaristías que celebra y sus reflexiones semanales, dejando todo lo que tenía para dirigir esa gran tarea que le encomendaron. Una gran labor que no ha sido otra que llevarnos a seguir el Camino de Jesús y dar testimonio de ello. Mil gracias.

Trinidad Rodríguez
Sevilla

La presencia de Dios en nuestra vida

Lucas, 1: Le serviremos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Salmo 99: Aclama al Señor, tierra entera; servid al Señor con alegría, entrando en su presencia con vítores. Salmo 116: Caminaré en presencia del Señor… Como se ve, no tenemos que pedir la presencia del Señor, porque Dios está presente en todo tiempo y lugar (como el oxígeno en el aire); lo que tenemos que pedir es vivir la presencia de Dios, siendo conscientes de ello. Es diferente estar en presencia de Dios, que vivir la presencia de Dios. Vivir en la presencia de Dios es el mejor antídoto contra el respeto humano, la tristeza y el pecado. Vivir la presencia de Dios aumenta el ánimo y la confianza en la Voluntad de Dios. ¡Es una gozada espiritual, sin temores ni desánimos! Si somos conscientes de la presencia de Dios, todo lo relacionamos con Él, entrando en oración y amistad con Jesús. Se dice ¿Conoces a fulanito? -Sí. ¿Lo has tratado? -No. Pues entonces no lo conoces. Y para conocer a Jesucristo, hay que tratarlo, escuchándole en el silencio, en su divina presencia. Pidámoslo así, por medio de la Virgen María.

Fernando Holgado Retes
Villamartín (Cádiz)

El hombre, en peligro

El hombre está alcanzando metas increíbles en investigación, sobre todo en tecnologías, pero no siempre están bien utilizadas. Hoy, los hombres se matan con más eficacia que nunca. Los progresos de la ciencia se manipulan, con frecuencia, para satisfacer la soberbia humana en vez de encauzarlos al bien común. El hombre parece ir perdiendo el sentido de trascendencia, incapaz de mirar fuera de sí mismo. Estamos acostumbrados a convivir con la injusticia, y sometidos a la presión de un terrorismo ideológico, político y financiero. La sociedad se siente incapaz de reacciones éticas y morales. Es más cómodo dejarse llevar, ir a lo tuyo, y así vamos padeciendo violencias, divisiones familiares, falta de respeto a los padres, a las autoridades, etc. Nos estamos habituando a mirar hacia abajo, a vivir bajo el dominio de los instintos, como seres inferiores. Es hora de despertar de este ensueño, porque, además de materia, somos seres dotados de razón, espirituales, inteligentes y libres. Capaces de tratar a Dios, que nos ha creado a su imagen y semejanza, y capaces de construir una sociedad más justa transmitiendo felicidad, que es patrimonio del alma, y no la puede dar la carne. Deberíamos mirar más hacia arriba, buscando la estrella que guía al verdadero destino. Si Dios nos quiere hijos, ¿por qué comportarnos como esclavos? Estamos perdiendo la actitud más natural de la persona, la de apreciar el amor de Dios en la belleza y armonía de todo lo creado. Es hora de actuar como levadura, en vez de habituarnos a ser masa.

Antonio de Pedro Marquina
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Salve Regina

Hace pocas noches, me pasó una cosa curiosa preparando la catequesis de los niños. Les estoy enseñando el Salve Regina, así que lo leí despacio para ver cómo se lo explicaba. Leo: Dios te salve, y pienso: Eso parece un saludo. Sigo: Reina, Madre, vida, dulzura, esperanza nuestra. ¡Caramba!, eso parecen piropos. Ahora introduce un diálogo. Dos veces repite A ti (refiriéndose a la Madre) y dos veces introduce un verbo en primera persona del plural (refiriéndose a nosotros). Viene después un lugar: En este valle de lágrimas. Sigue con la expresión Ea, pues, que me recuerda a cuando mi hijo me dice Venga, mami. Ahora, unos títulos: Señora, abogada. Y una petición: Vuelve a nosotros, ¿el qué?, ¿la cabeza? No, los ojos. ¡Cuánto puede decir una mirada! ¿Qué le pedimos? Que nos muestre a Jesús. Y ¿quién es Jesús? El fruto bendito de su vientre. Unos rasgos de María: Clemente, piadosa, dulce. Otra petición: Ruega por nosotros. ¡Ojo! No sólo por mí, sino por nosotros. ¿Y por qué pedimos esto? Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Creo que es la primera vez que me paro a pensar en lo que digo cuando rezo esta oración. Hasta ahora, siempre la había recitado de memoria sin pararme a pensar lo que estaba diciendo.

Maite B. Pérez
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