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Ésta ha sido mi primera JMJ. No tenía ni idea de qué esperar. Al principio, me daba un poco miedo que me pudiera perder entre tanta gente joven, que no fuese capaz de comunicarme… Y fue duro, pero no tengo absolutamente nada que lamentar. Pude estar con mis amigos y conocí a un montón de gente nueva de todo el mundo. Me gustó su franqueza y amistad. Intercambiamos regalos, contactos, fotos de grupo… Mi mayor experiencia fue la de la Vigilia del sábado. Ese día era mi cumpleaños y fue increíble poder celebrarlo con mi familia, amigos ¡y con el Papa! Y tuve un regalo sorpresa muy especial: durante toda la noche, estuvo con nosotros un sacerdote que trabaja en la radio cristiana de aquí, en la República Checa, a quien escucho muy a menudo porque me gusta su voz y lo que dice. Me felicitó por mi cumpleaños y me preguntó si quería hablar en directo, a través del teléfono, con los oyentes de la radio que estaban en sus casas, y decirles algo sobre lo que estaba viviendo en la JMJ. Al principio me puse nerviosa, pero fue genial. Y, al final de la Vigilia, incluso hubo fuegos artificiales. ¡Fue increíble! Aunque lo que realmente me cautivó fue el clima: llovió mucho y muy fuerte, pero una vez que el Papa nos llamó a la Adoración, la lluvia se detuvo, todo quedó en silencio y sólo se sintió una brisa agradable y cálida. Fue realmente genial y nunca lo olvidaré.
Tengo 38 años, hace unos 13 que me convertí (esto es, que empecé a desear vivir según el Evangelio). Y ahí estaba ya nuestro arzobispo don Antonio María Rouco. Lo de nuestro no lo he escrito como propiedad, sino como parte, una parte muy importante de la Iglesia de la que yo también soy miembro. Desde que vivo en la Iglesia, no tengo duda de que Dios no la ha abandonado ni la abandonará nunca, por lo que no titubeo cuando pienso que éste arzobispo ha sido para Madrid lo que Dios ha querido. Dios puso a un hombre con sus límites y sus virtudes, como todos; pero considero que, para los tiempos y desafíos de estos años, el cardenal Rouco ha sido una roca firme. Me ha demostrado coherencia y fidelidad al Evangelio y a la tradición de la Iglesia, y también que un católico es de Quien es, y no hace falta ponerse caretas ni aparentar lo que uno no es para caer bien a todo el mundo. Al final, se nos juzgará por el amor, no por el número de amigotes. Las veces que he podido estar con él en distancias cortas ha sido amable, atento, cariñoso con mis hijos, y en ocasiones incluso divertido. El servicio y el trabajo de esta roca hará que el designio de Dios sobre la Iglesia en Madrid tenga dónde sostenerse, y será punto de partida para los aires nuevos que parece nos llegan, por gracia de Dios. Gracias, don Antonio. Gracias, Dios, por no abandonar a tu Iglesia.
Esta familia valenciana da las gracias al Vicario de Cristo en la tierra por enviarnos al cardenal Cañizares a nuestra archidiócesis. Don Antonio quiere estar entre los suyos; el cariño por su tierra y la modestia del hasta ahora Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, definen al arzobispo electo de Valencia, al no dejarse hipnotizar por la notoriedad de cualquier diócesis quizás más apetecible. Ama a los valencianos y es valenciano, como santo Tomás de Villanueva y san Juan de Ribera; porque Valencia es tierra de sacerdotes (un buen puñado de obispos son valencianos) y tiene excelentes Seminarios para formarlos, y don Antonio es un pastor de almas que viene del Vaticano a Valencia por afecto, y el Papa comprende la ternura de este gesto. Nuestro nuevo arzobispo quiere oler a oveja pastoreando a sus paisanos. Gracias por ese gesto de amor y humildad, señor cardenal.
Este verano, he estado como misionera en la frontera etíope con Somalia, donde he sufrido por la mujer musulmana, considerada una máquina de hacer hijos para el hombre, sometida a la mutilación de sus genitales en cuanto da sus primeros pasos, y condenada a sufrir desde su nacimiento. He visto cómo el único juguete de los niños es una pequeña pistola con la que juegan a dispararte, imitando a sus mayores. Y me he alegrado de pertenecer a la Europa de raíces cristianas, en la que el hombre y la mujer tenemos la misma dignidad humana y nos enseña que somos amados por un Dios liberador. Cuando, a mi vuelta a España, me puse al día de las atrocidades que los yihadistas están cometiendo en Siria e Irak, y de su advertencia de que vendrán a por nosotros, lo primero que pensé es que estamos perdidos. Pero luego, una recuerda, recuerda que Cristo lo puede todo. Solo Él podrá vencerlos, si Europa vuelve a Él.