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No sé qué obstinación tienen algunos líderes socialistas que, de vez en cuando, sacan a relucir las relaciones Iglesia-Estado y pretenden revocar los Acuerdos con la Santa Sede, algo que viene ya de hace treinta y cuatro años, concretamente del año 1979, en el que se hacen elecciones generales, y un año después de aprobada una Constitución que, en uno de sus artículos, habla de la supremacía religiosa del cristianismo sobre las demás religiones. Parece mentira que hayan pasado cinco Presidentes y no se hayan tocado estos Acuerdos: ha tenido que ser un partido socialista en la oposición quien lo proponga, no obstante haber estado hace dos días en el poder, sobre todo por personas que han sido bautizadas, confirmadas y casadas por la Iglesia. Ahora, de repente, optan por la moda de denunciar a una institución que, en los momentos difíciles, ayuda a los más necesitados, algo que a los partidos les resbala, porque no conciben qué es eso de dar de comer al hambriento y de beber al sediento.
Pablito llegó a nuestras vidas un precioso día 22 de enero y su luz empezó a brillar en el cielo un soleado 9 de octubre, cuando su corazón dejó de latir. Su paso por esta vida ha sido muy corto -más de lo que hubiésemos querido-, sólo has necesitado casi nueve meses -más los nueve que estuviste en mi barriguita- para enseñarnos ¡tantas cosas! Hay personas que llegarán a la vejez y, probablemente, no dejarán a su paso tanta huella y tantísimo amor como el que contigo hemos recibido. ¡Tenemos tanto que agradecerte! Has unido mucho más a tus papis, tus hermanos han aprendido a ser un poco más independientes y nos han dado también ellos una gran lección de amor, no teniendo en cuenta que estuviésemos tan pendientes de ti. ¡Y te han querido y cuidado tanto! Pero hijito mío, lo más importante que nos has enseñado es valorar lo que es verdaderamente importante en esta vida. Durante ese tiempo hemos conocido a tantos grandes profesionales, tan humanos, que han hecho tanto por ti; a familias tan maravillosas y a sus pequeños luchadores y extraordinarios hijos. Niños y niñas que llevan meses en hospitales, muy malitos, dependiendo de máquinas, de medidas extraordinarias para poder vivir, y esperando órganos para ser trasplantados y que no pierden la sonrisa. Que su mejor día no es que se hayan portado bien y papi o mami le compren la Play, sino que no tengan fiebre para poder salir de una UCI y poder ir de paseo por los pasillos o acercarse al cole del hospital, o a ver las actuaciones del mago o del payaso, o del que toque ese día. Papá y yo hemos aprendido tanto, ¡tantísimo de ellos y de sus padres! Nos hemos traído muy buenos amigos. Pero en esta historia, y aunque hoy día esté tan de moda el aborto, que sepas que no hay un solo día que me hubiera arrepentido de tenerte. Por muy fuerte que haya sido el dolor, o las malas noticias, siempre has tenido tu maravillosa sonrisa y tu mirada ¡con esas pestañitas!, para que pudiéramos tirar adelante. Ahora ya tenemos otro enchufe en el cielo, otro angelito, que estará jugando con su hermanito, y que estoy segura de que nos vais a cuidar a todos. ¡Te hemos querido tanto, te vamos a echar tantísimo de menos! Nunca, nunca te olvidaremos.
De revolucionaria se puede calificar a la reciente Exhortación apostólica del Santo Padre Francisco sobre el Evangelio de la alegría. Me ha llamado la atención el punto 27, cuando dice: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo». Cada uno puede ponerle pies a estos sustantivos; a mí se me ocurren estos ejemplos: en cuanto a las costumbres, que las diversiones de los jóvenes sean muy entretenidas y también propias de un buen cristiano. Los estilos: modas y modelos de gran belleza pero no exentas de modestia. Los horarios: dándole a la familia el tiempo que merece, sabiendo que éste es el negocio más importante de los padres. El lenguaje: por ejemplo, despedirse después de una jornada de trabajo con un Hasta mañana si Dios quiere.
En la mayoría de las ocasiones, las legislaciones nacionales e internacionales van por delante de ciertas actitudes, costumbres o situaciones injustas que ocurren a nuestro alrededor. Así, la solidaridad, la igualdad o la tolerancia quedan solapadas, en sociedades llamadas avanzadas y contemporáneas, por las cada vez mayores desigualdades sociales, donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres, que crecen en un número considerable. El Norte está por encima de Sur; donde las personas negras siguen padeciendo la cruz de la xenofobia, y viven como esclavos en pleno siglo XXI, en su propia tierra, por culpa de la minoría blanca que tiene el monopolio del poder económico. En países que presumen de ser ejemplos de libertad y democracia, se viven innumerables casos de xenofobia contra las personas llamadas de color. Se acerca un negro a una tienda de la ciudad y, al momento, se ve rodeado por varios residentes para intimidarlo y que desista de quedarse. Esto acontece desgraciadamente, cada día, en muchos lugares del Estado norteamericano de Nueva York, que es todo un ejemplo de diversidad multirracial. Mientras esto sigue sucediendo, nos deja un luchador por la paz y la tolerancia, Nelson Mandela. A partir de ahora, seguirán resignándose millones de africanos ante el poder de los antiguos colonos y sus herederos: mientras éstos pocos viven con todo tipo de lujos, a pocos metros hay millares de personas que malviven en sus chozas o pequeñas cabañas, sin agua corriente, sin saneamiento y comiendo, con suerte, una vez al día, a pesar de trabajar de sol a sol a cambio de un salario de miseria.