Un trozo de periódico entra en la liturgia - Alfa y Omega

Por vez primera en la historia, un trozo de humilde periódico entra en los solemnes textos litúrgicos de la Iglesia católica.

Hoy, 3 de noviembre, fiesta del periodista beato Manuel Lozano Garrido, conocido como Lolo, será una de las lecturas en el Libro de las Horas que rezan a diario los sacerdotes, religiosos y muchos fieles de toda la Iglesia. El artículo fue publicado en varios periódicos de toda España, el 8 de abril de 1963.

El periodismo tuvo que recorrer un arduo camino hasta lograr una consideración de respeto como vehículo no sólo de información, sino de cultura… y, mucho más, de evangelización. Los intelectuales, los cultos, los hombres de espíritu, estaban habituados a comunicarse todo eso sólo a través de los libros. Y aquellas hojas volanderas, que hablaban de todo, que eran cuasi improvisadas en tan sólo 24 horas, les parecieron sencillamente despreciables.

Recuérdese el exabrupto del joven Menéndez Pelayo, en su Historia de los heterodoxos españoles: «Los periodistas, mala y diabólica ralea, nacida para extender por el mundo la ligereza, la vanidad y el falso saber, para agitar estérilmente y consumir y entontecer a los pueblos, para halagar la pereza y privar a las gentes del racional y libre uso de sus facultades discurisvas, para levantar del polvo y servir de escabel a osadas medianías y espíritus de fango, dignos de remover tal cloaca».

Repito: arduo camino el recorrido desde entonces hasta lo que puede ser el podium en que Lolo periodista, subido ya al honor de los altares, coloca su humilde y extraordinario artículo. Camino en que colaboraron, como redentores del periodismo, otros hombres, como Ángel Herrera Oria, que tiene también introducida su Causa de beatificación.

Tan necesitados andábamos los periodistas de estos compañeros redentores, que la Iglesia, para proponernos un Patrono, tuvo que echar mano de un santo que propiamente no era periodista, san Francisco de Sales. Esperamos con gozo que, muy pronto, quizás lo tengamos.

La lectura, ahora ya litúrgica, en la fiesta de Lolo, es el diálogo del periodista —lleno de alegría interior, a pesar de su cuerpo tremendamente roto por la enfermedad— ante su crucifijo, al que se le había desprendido el tornillo de una de las manos.

A través del agujero de esa mano, mira el periodista Lolo la realidad —la noticia— que debe ver y comentar para sus lectores: «El ventanal de tus manos son unas buenas lentes, las mejores, para ver y certificar la verdad del mundo».

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