Una visita inesperada - Alfa y Omega

El pasado 20 de enero sucedió la explosión del edificio anexo a la parroquia Virgen de la Paloma, con la noticia del fallecimiento de cuatro personas y once heridos. Un acontecimiento que nos ha conmovido a todos y nos ha llenado de tristeza, por lo que hemos orado y acudido al Señor de la misericordia, encomendando la vida de los fallecidos y pidiendo el don de la esperanza cristiana para todos sus familiares y amigos.

Uno de ellos era Rubén Pérez Ayala, joven sacerdote de nuestra diócesis de Madrid y recientemente ordenado, hace siete meses. Días antes de su ordenación nos decía: «He tenido la experiencia a lo largo de este tiempo de seminario de que la felicidad no está en vivirlo todo para uno mismo, sino en donarse a los demás. […]. Cuando quitas a Cristo de la ecuación, todo se vuelve un sinsentido». Gracias, Rubén, por tu entrega al Señor y a los hermanos, por habernos mostrado que todo tiene sentido, porque «si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?, ¿quién nos separará del amor de Cristo? Estoy convencido de que ni muerte ni vida podrán apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rom. 8, 31 y ss). Gracias, Rubén, porque tu vida y tu ministerio en este breve espacio de tiempo entre nosotros nos han manifestado que lo que creíste y predicaste es eterno y para siempre.

En esta casa del seminario, muy próxima al lugar de los hechos, no solo sentimos el estruendo en el momento de la explosión, sino que también hemos recibido con gratitud a los sacerdotes residentes en aquel lugar. Desde la semana pasada viven con nosotros, compartiendo las celebraciones, las comidas, conversaciones e inquietudes. Y lo más grande: a Jesucristo, Señor de la vida y de la historia, experimentando y reconociendo el gozo de ser familia, de compartir lo que somos y tenemos como un verdadero regalo del cielo y fruto de la generosidad de muchos hermanos. Por eso, también tendremos la gran suerte de recibir en nuestro Colegio Arzobispal-Seminario Menor a los niños y jóvenes de la parroquia, para que puedan seguir recibiendo las catequesis y encuentros de formación semanal, reconociendo que Jesucristo es siempre nuestro refugio y nuestra fuerza.