Memoria agradecida - Alfa y Omega

El pasado jueves celebrábamos la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, un día muy especial en el que la memoria del venerable José María García Lahiguera se hace muy palpable, como un gran apóstol del sacerdocio de Jesucristo y de la santidad sacerdotal. En muchas de nuestras diócesis españolas se celebra en este día la Jornada Mundial de Oración para la Santificación de los Sacerdotes, siguiendo las indicaciones de la Congregación para el Clero y que san Juan Pablo II expresaba en su Carta a los sacerdotes, el Jueves Santo de 1995: «Hago mía esta propuesta, deseando que esta jornada ayude a los sacerdotes a vivir conformándose cada vez más plenamente con el corazón del Buen Pastor».

La fiesta litúrgica de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote ha sido uno de los muchos tesoros que José María nos legó; aunque en su profunda humildad y sencillez siempre confesó que «la verdadera y única promotora de la fiesta» sería la madre María del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez, fundadora de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote. Sin embargo, la historia de la fiesta y su gran entrega en favor de la santidad de los sacerdotes harán de García Lahiguera un gran referente en la formación sacerdotal del siglo XX en España y que ha traspasado nuestras fronteras. En su intervención en el Concilio Vaticano II, haciéndose eco del sentir de muchos padres conciliares y de muchos sacerdotes, el considerado como «el obispo de los sacerdotes», al tratar sobre el decreto Presbyterorum ordinis expondrá: «Se me ocurre proponer a los padres conciliares un monumento litúrgico de este Concilio; a saber, la fiesta universal de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, por cuya fiesta, Cristo Sacerdote como fuente de toda la vida sobrenatural, sea reconocido, nuestra participación de su sacerdocio se haga cada vez más instrumento para comunicar al pueblo de Dios esta vida sobrenatural». Tras diversos avatares y un gran empeño por suscitar un movimiento de aprecio y estima al sacerdocio, el 22 de agosto de 1973 será aprobada la fiesta en el calendario litúrgico nacional de España.

El buen hacer de José María, su gran misión en la formación sacerdotal como director espiritual de nuestro seminario de Madrid, su acompañamiento como padre de tantos sacerdotes siendo obispo en diversas diócesis españolas, y su continua ofrenda por los sacerdotes, harán de él un referente sacerdotal por el que en estos días damos gracias a Dios.