El 15 de enero se publicará en Francia un libro sobre el sacerdocio que lleva la firma del Papa emérito Joseph Ratzinger y del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto divino. De la anticipación proporcionada por Le Figaro, se toma conocimiento de que los autores entran con sus intervenciones en el debate sobre el celibato y sobre la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados. Ratzinger y Sarah —que se definen como dos obispos en «obediencia filial al Papa Francisco» que «buscan la verdad» en un «espíritu de amor por la unidad de la Iglesia»— defienden la disciplina del celibato y exponen las razones que, según su parecer, aconsejarían no cambiarla. La cuestión del celibato ocupa 175 páginas del volumen, con dos textos, uno del Papa emérito y otro del cardenal, junto a una introducción y una conclusión firmada por ambos.
Sarah, en su texto, recuerda que «hay un vínculo ontológico-sacramental entre el sacerdocio y el celibato. Cualquier debilitamiento de este vínculo pondría en tela de juicio el magisterio del Concilio y de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Suplico al Papa Francisco que nos proteja definitivamente de tal eventualidad vetando cualquier debilitamiento de la ley del celibato sacerdotal, si bien limitado a una u otra región». Además, Sarah llega a definir «una catástrofe pastoral, una confusión eclesiológica y un oscurecimiento de la comprensión del sacerdocio» la eventual posibilidad de ordenar a hombres casados. Benedicto XVI, en su breve contribución, reflexionando sobre el argumento, se remonta a las raíces judías del cristianismo, afirmando que el sacerdocio y el celibato están unidos desde el principio de la «nueva alianza» de Dios con la humanidad, establecida por Jesús. Y recuerda que ya «en la Iglesia antigua», es decir en el primer milenio, «los hombres casados podían recibir el sacramento del orden solo si se habían comprometido a respetar la abstinencia sexual».
El celibato sacerdotal no es ni jamás ha sido un dogma. Se trata de una disciplina eclesiástica de la Iglesia latina que representa un don precioso, definido de este modo por todos los últimos Pontífices. La Iglesia católica de rito oriental prevé la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados y también para la Iglesia latina han sido admitidas excepciones precisamente por Benedicto XVI en la Constitución apostólica Anglicanorum coetibus dedicada a los anglicanos que piden la comunión con la Iglesia católica, donde se prevé «admitir caso por caso al Orden sagrado del presbiterio también a los hombres casados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede».
Vale la pena recordar que sobre el argumento también se expresó varias veces el Papa Francisco, quien siendo aún cardenal, en el libro conversación con el rabino Abraham Skorka, había explicado que estaba a favor de mantener el celibato «con todos los pros y los contras que conlleva, porque son diez siglos de experiencias positivas más que de errores. La tradición tiene un peso y una validez». El pasado mes de enero, en diálogo con los periodistas en el vuelo de regreso de Panamá, el Papa había recordado que en la Iglesia católica oriental era posible la opción del celibato o del matrimonio antes del diaconado, pero había añadido, a propósito de la Iglesia latina: «Me viene a la mente esa frase de san Pablo VI: “Prefiero dar mi vida antes que cambiar la ley del celibato”. Me ha venido a la mente y quiero decirla, porque es una frase valiente, en un momento más difícil que este, 1968/1970… Personalmente, pienso que el celibato es un don para la Iglesia… Yo no estoy de acuerdo en permitir el celibato opcional, no». En su respuesta, también había hablado de la discusión entre los teólogos acerca de la posibilidad de conceder dispensas para algunas regiones alejadas, como las islas del Pacífico, pero precisando: «No hay ninguna decisión por mi parte. Mi decisión es: celibato opcional antes del diaconado, no. Es una cosa mía, personal, yo no lo haré, esto queda claro. ¿Soy “cerrado”? Tal vez. Pero no tengo la voluntad de ponerme ante Dios con esta decisión».
En octubre de 2019 se celebró el Sínodo sobre la Amazonía y se debatió el tema. Como se puede ver en el documento final, hubo obispos que pidieron la posibilidad de ordenar sacerdotes a diáconos permanentes casados. Sin embargo, llama la atención que el 26 de octubre, en su discurso conclusivo, el Papa, después de haber seguido todas las fases de las intervenciones y de la discusión en el aula, no haya mencionado en absoluto el tema de la ordenación de los hombres casados, ni siquiera haciendo una alusión. En cambio, recordó las cuatro dimensiones del Sínodo: la relativa a la inculturación, la dimensión ecológica, la social y, por último, la dimensión pastoral, que «las incluye a todas». En ese mismo discurso, el Pontífice habló de la creatividad en los nuevos ministerios y del papel de la mujer, y refiriéndose a la escasez de clero en ciertas áreas de misión, recordó que hay muchos sacerdotes de un país que se han ido al primer mundo —los Estados Unidos y Europa— «y no hay para enviarlos a la zona amazónica de aquel mismo país».
Finalmente, también es significativo el hecho de que Francisco, agradeciendo a los medios de comunicación social, en aquella misma ocasión les pidió que, al difundir el documento final, se detuvieran sobre todo en los diagnósticos, «que es la parte en la que el Sínodo se ha expresado realmente mejor»: el diagnóstico cultural, el diagnóstico social, el diagnóstico pastoral y el diagnóstico ecológico. El Papa invitó a no caer en el peligro de detenerse «a ver lo que decidieron en aquella cuestión disciplinaria, en lo que decidieron en esa otra, en qué partido ganó y cuál perdió».