Un colegio, cuatro toneladas de comida - Alfa y Omega

Un colegio, cuatro toneladas de comida

María Martínez López
Ilustración: Asun Silva.

Durante el año pasado, las alumnas del colegio Orvalle, de Madrid, recogieron nada menos que cuatro toneladas de comida para las familias más necesitadas. Este enorme esfuerzo les ha valido que el Banco de Alimentos, la institución a la que entregaron esta comida, les haya dado su premio por ser el colegio más comprometido.

Esta iniciativa, además, no se parece a las recogidas de alimentos que se puedan hacer en otros colegios, porque se ha hecho como una parte más de la educación de las alumnas, y no como una actividad aparte. El proyecto estaba pensado para que las alumnas de 4º, 5º y 6º utilizaran muchas de las cosas que aprendían en clase, como matemáticas, lengua, plástica o economía, y desarrollaran habilidades nuevas que no siempre es fácil aprender en clase. Este método se llama Trabajo por proyectos, y es un complemento a las asignaturas normales.

Al frente de todo ha estado una profesora, Sara Lladó, que explica que «era el primer año que lo hacíamos. Decidimos ayudar al Banco de Alimentos porque nos interesaba que el primer proyecto no fuera algo sólo de aprendizaje teórico, sino también con una vertiente humana y solidaria».

Un mes tras otro, durante todo el curso, había unos días fijos para recoger alimentos. En esto, también las familias se implicaron mucho. Lucía, que estaba en 4º, cuenta que «íbamos en familia a comprar alimentos especiales para el Banco de Alimentos». En casa de María, que hacía 5º, «cada vez que uno de los hermanos cumplíamos la tarea que tenemos asignada, nos daban un kilo de comida».

A veces, también hacían actividades especiales, como «un mercadillo medieval, en el que para participar había que pagar con alimentos», cuenta Lucía. Además, al final de curso, algunas alumnas pudieron visitar el Banco de Alimentos, «y conocimos a los voluntarios, que eran muy simpáticos y nos explicaron cómo se medía la pobreza en España», recuerda Virginia, que estaba en 6º.

Así montaron la campaña

Sensibilización: Fue la labor de las niñas de 4º. Lucía cuenta que, para ello, «hicimos una obra de teatro sobre una familia que no tenía dinero para comer e iba a pedir al Banco de Alimentos. La Gerente del colegio nos ayudó explicándonos cómo se hace el presupuesto de una familia», los gastos que hay. «No sabíamos que la casa y la luz costaban tanto. Además, en la clase de Inglés grabamos un rap sobre el Banco de Alimentos, y también pintamos un mural».

Comunicación: Las chicas querían que este proyecto se conociera fuera del colegio, y hacerlo realidad fue el trabajo de 6º. Virginia explica que «un padre del colegio tiene una empresa de comunicación, y vino a explicarnos cómo se redactan notas de prensa. Luego, las enviamos a los periódicos de la zona. También lo pusimos en la web del Ayuntamiento de Las Rozas», y ahí lo vieron varios medios, que las llamaban para hacerles entrevistas. «Cada mes redactábamos noticias, y hacíamos entrevistas y vídeos».

Organización: Se encargaron las alumnas de 5º. «Hicimos presentaciones en el ordenador sobre la pirámide alimentaria», y con la ayuda de las profesoras asignaron a cada clase un tipo de comida, «en función de lo que se consume más, que es la pasta, la sal, el azúcar… Para cada clase, hicimos un cartel y un eslogan. Por ejemplo, el de mi clase decía: Si tomas pasta, la energía no se gasta», cuenta María.

Recogida: Aunque los llevaban todas las niñas de cada clase, «cinco o seis chicas contaban los kilos, y el consejo de curso se los llevaban. Para eso, firmamos un contrato con Caprabo para que nos dejaran un carrito», explica también María.

Transporte: Uno de los principales problemas del Banco de Alimentos es cómo llevar los alimentos que recogen hasta los lugares donde los reparten. A las chicas de 6º se les ocurrió hablar con la empresa que hace las rutas del colegio. «Algunas calcularon los gastos de gasolina y del sueldo de los conductores que harían falta. Luego, le enviamos un fax a la empresa, vino al Gerente y le convencimos para que lo hiciera gratis cada mes», cuenta Virginia.