Hace más de treinta años, una religiosa tiró una pequeña figura de san José al fondo de un pozo. Le dijo: «San José, protege esta casa. Que no se pierda». Aquella casa, que durante años había acogido a niños sin hogar, se cerraba y terminaba derruida. El pozo permanecía. La religiosa se fue de aquel lugar, de aquella ciudad, y el solar aguardó vacío durante mucho tiempo.
Hace tan sólo unos días, acaba de inaugurarse una casa en ese mismo terreno. Es una casa construida con mimo, con gran sencillez, práctica y funcional. La idea era dedicarla a lo mismo: acoger a niños sin hogar, o con familias desestructuradas, rotas por las drogas, la cárcel, o cualquier otra circunstancia. Pero Dios tenía otros planes para aquel lugar.
Las religiosas de las que hablamos son las Madres de los Desamparados y San José de la Montaña. Una congregación de finales del siglo XIX, con algo más de tres centenares de monjas repartidas por el mundo. La casa se encuentra en el barrio de La Guía, de Gijón. Y acogerá a niños, pero todavía en el vientre de sus madres.
En medio del proceso de construcción de aquella casa, un grupo de personas al frente de organizaciones provida de Asturias quisieron hablar con las religiosas. Les hicieron una propuesta: ¿Por qué no dedicar esta casa a acoger a madres embarazadas sin recursos, sin hogar, y sin apoyos? De esa forma se podrían evitar muchos abortos, realizados en situaciones límite para la madre, donde se ve sola y sin ayuda. En Asturias no existía una casa de estas características.
Estas religiosas no habían realizado este tipo de labor previamente. Tenían colegios, residencias para ancianos, hogares para niños. Pero no casas para madres gestantes. Para ellas, por tanto, también era una novedad. La madre general de la congregación, María Ángeles Vilar, reconoce que tuvieron que meditarlo. Pero pensaron: «Somos madres. Así lo quiso nuestra fundadora. No hermanas, sino madres para todos. Y madres, además, de los desamparados. ¿Quién más desamparada que una madre embarazada y sola? ¿Y quién más desamparado que un hijo en el vientre de su madre?».
El pasado 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del Señor, monseñor Jesús Sanz, arzobispo de Oviedo, bendecía el hogar. Acudieron muchas religiosas, pero también tantas personas que han colaborado con las Madres de los Desamparados para que este proyecto siga adelante. Gente que tiene su teléfono abierto 24 horas, para que una mujer desesperada encuentre siempre una voz dispuesta a ayudarla, al otro lado de la línea.
Hay cinco mujeres esperando ya para entrar en aquella casa, y su entrada será inminente. Se llenará. Seguro. Y la casa dará muchos frutos.
Aquel san José debe de seguir en el fondo de ese pozo, hoy arreglado para que ningún niño se asome. Pero a las religiosas no se les olvida que un día una madre le pidió una cosa. Y, tantos años después, resulta que la casa servirá para dar cauce a la vida. Una especie de pesebre, sencillo, pero acogedor. La casa permanecerá inamovible, como hizo san José al lado de la Virgen. Ayudando a dar vida, aunque el Hijo no era suyo. Acogiendo a cada niño, probablemente como habría hecho él, de haber estado aquí.