Te seguiré - Alfa y Omega

Te seguiré

Miércoles de la 26ª semana del tiempo ordinario / Lucas 9, 57-62

Carlos Pérez Laporta

Evangelio: Lucas 9, 57-62

En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno:

«Te seguiré adondequiera que vayas».

Jesús le respondió:

«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

A otro le dijo:

«Sígueme»

Él respondió:

«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».

Le contestó:

«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».

Otro le dijo:

«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».

Jesús le contestó:

Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Comentario

«Te seguiré adondequiera que vayas». ¡Cuántas veces no habremos repetido esta frase! Pues, cuántos no habrán sido los momentos en los que Cristo nos ha provocado un verdadero entusiasmo. Sin embargo, el mismo número de veces nos hemos quedado por el camino. ¿Por qué? ¿Qué ha fallado? Es un error de cálculo. Las fuerzas que con las que deseamos darle alcance no nos han llegado, porque no había un lugar de llegada; es decir, no había un lugar en el cual nuestro seguimiento a Jesús pudiese cesar. Cada vez que pensamos que habíamos llegado a ese lugar, que ya lo teníamos, se nos escapaba entre los dedos.

¿Dónde encontrarlo, si no hay lugar? Si no hay un lugar, Cristo es una utopía, es inalcanzable. ¿Cómo le debemos perseguir? Parece que el modo de hablar de Jesús no nos deje salida: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Pero justo al pronunciar estas palabras comenzamos a intuir el lugar que parece querer Cristo. Porque al hablar de ese modo comienza a abrirse en nuestros corazones un espacio donde Cristo comienza anidar. ¿Quién no se conmueve de la precariedad de Cristo? Al escucharle, ¿quién no le ofrece un lugar en su interior? Dulce huésped del alma, cobíjate en nosotros, para que podamos seguirte en tu caminar incesante. En tu camino al Padre da tus pasos sobre nuestra alma. Quizá nuestro corazón no sirva para darte reposo, porque Tú solo descansas en el Padre; pero si lo haces, podremos seguirte siempre.