«Sueño con una Iglesia donde los jóvenes sean el motor»
El pastor de la archidiócesis de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, celebró el pasado 29 de junio sus bodas de oro sacerdotales. En esta entrevista nos revela su tierno agradecimiento por la formación que le dieron sus padres; descubrimos su afición por el deporte y el saber; su amor filial a la Virgen y su agradecimiento humilde al Señor por otorgarle el don de la vocación sacerdotal.
Usted lleva 50 años celebrando la misa. Después de tanto tiempo, ¿se convierte en rutina? ¿Qué significa para usted?
Para mí la celebración de la Santa Misa es, a la vez, sacrificio, comunión y presencia de Cristo. Es la fuente y cumbre de mi ministerio sacerdotal y episcopal. Considero que es un don tan grande que me desborda y no me considero digno de tanto don. Procuro celebrarla con fervor, reverencia, piedad, con sentido de adoración y agradecimiento. En ocasiones me asaltan las prisas y las distracciones; entonces pido perdón y suplico la gracia de Cristo para identificarme con él como sacerdote, víctima y altar.
Se educó en un hogar cristiano, ¿qué recuerda de su niñez?
Dios me llamó a la vida a través de mis queridos padres, Vicente y Silvina, que formaron una familia humilde de seis hijos. En el hogar aprendí el sentido de esfuerzo y el cumplimiento del deber, junto con el amor a Dios, la devoción tierna a la Virgen de los Milagros, la admiración por mi ilustre paisana la venerable madre sor María de Jesús y el servicio a los demás.
¿Cómo es su relación con la gente?
Procuro ser cercano y sencillo en mi trato; esto lo aprendí de mis padres; no me cuesta escuchar y dialogar; me gusta conversar con toda clase de personas.
¿Alguna anécdota especial?
Recuerdo una anécdota bonita: un niño me pidió una vez un autógrafo y le firmé una dedicatoria cariñosa. Al acabar, me dijo, ¿me firma otro autógrafo para mi abuela, que me quiere mucho? Me conmovió el niño y le firmé el autógrafo.
Le gusta el deporte, ¿qué ha supuesto para usted?
El deporte me ha ayudado a saber trabajar en equipo, el sentido del esfuerzo y el temple para encajar con deportividad los triunfos y los fracasos.
¿Cómo imagina el futuro de la Iglesia?
Con el Papa Francisco sueño con una Iglesia sinodal y participativa; en diálogo con el mundo, compartiendo gozos y esperanzas, angustias y tristezas; una Iglesia en salida y de puertas abiertas; una Iglesia en la que los jóvenes sean como la pupila y el motor de una comunidad más vigorosa; una Iglesia en la que los pobres sean dignificados, los niños cuidados y los ancianos atendidos; con unos sacerdotes más misioneros y no autorreferenciales; con unas personas consagradas fieles a su vocación y consagración; una Iglesia que escuche, acompañe y discierna.
¿Y el suyo?
Pido al Señor que me haga un buen pastor. Un obispo que vele por su pueblo y camine con sus ovejas; que me abaje e incluya; que me centre en lo esencial; pastor con sonrisa de padre y hermano; obispo que rece mucho por su pueblo; con olor de Cristo; hombre de comunión, de colegialidad y sinodalidad para hacer camino juntos.
José Antonio Álvarez y Rocío Álvarez / Iglesia en Aragón