De condenados a muerte por blasfemia en Pakistán a libres en Europa - Alfa y Omega

De condenados a muerte por blasfemia en Pakistán a libres en Europa

Tras un mes en un campo militar protegidos para garantizar su seguridad, Shagufta y Shafaqat han llegado al continente europeo, donde se han reunido con sus hijos, después de que se anulara su sentencia

Begoña Aragoneses
Shagufta y Shafaqat, sonrientes y felices en Europa, ya liberados
Shagufta y Shafaqat, sonrientes y felices en Europa, ya liberados. Foto cedida por Joseph Anwar.

Shagufta Kausar no puede dejar de abrazar a sus niños. Y de llorar. Y de reír. Todo de felicidad. En realidad, ya no son tan niños: nos los veía desde hace ocho años, cuando tenían 6, 8, 10 y 12 años. A quien más achucha es a Sara, su niña, la única chica de los cuatro, la pequeña.

A Shagufta y su marido, Shafaqat Emmanuel, cristianos, los encerraron en una cárcel en su país, Pakistán, con una condena a morir en virtud a una ley de la blasfemia vigente desde el año 1985, y que introdujo la pena capital en el caso de que se ofendiera a Mahoma o se causaran daños al libro del Corán.

Liberados el pasado mes de junio después de que la Corte Superior de Lahore declarase nula la sentencia, ya se encuentran a salvo en Europa. Nos lo cuenta el hermano de Shagufta, Joseph Anwar, «gracias a Dios han podido salir», y no puede ocultar la alegría que desborda a toda la familia. De hecho, es la palabra que más pronuncia. Alegría.

Atrás han quedado años de penurias y más de un mes ya libres pero en régimen de máxima protección. «Han estado en un campo militar donde, para garantizar su seguridad, no podían casi ni salir de su habitación». Una especie de purgatorio con un componente de estrés por «arreglar los papeles de la salida», pero con una luz al final del túnel: la esperanza de que pronto verían a sus hijos. Ahora, a pesar de todo el sufrimiento, «dan gracias a Dios y esperan que nadie pase por lo que han pasado ellos».

Los hechos

Shagufta y Shafaqat fueron arrestados en 2013. Se les acusaba de haber enviado mensajes blasfemos a un clérigo desde un teléfono móvil registrado a nombre de la mujer. De nada sirvió a las autoridades pakistaníes que ella y su marido fueran analfabetos, y que Shagufta llevara un mes sin móvil porque lo había perdido. A Shafaqat le obligaron a confesar a base de golpes. Cuando lo amenazaron con abusar de su mujer, mintió confesando un «delito» que no había cometido. «Ningún hombre puede soportar ver a su esposa siendo torturada», dijo.

El abogado del matrimonio, que lo fue también de Asia Bibi, Saiful Malook, preparó un caso complejo bajo mucha presión e incluso amenazas de muerte a través de las redes sociales. El matrimonio fue condenado a la pena capital en 2014. Ocho años después, las distintas apelaciones y recursos han revocado la sentencia.

La familia está convencida de que la implicación del Parlamento Europeo en su caso fue definitiva. El pasado mes de abril emitió una resolución contra la ley de la blasfemia, centrada en el caso del matrimonio, en la que instaba a las autoridades paquistaníes a poner en libertad «de forma inmediata e incondicional» al matrimonio y a anular la sentencia. «Las pruebas sobre las que se condenó a la pareja pueden considerarse profundamente defectuosas», decía el texto. Y añadía: «Las leyes sobre blasfemia de Pakistán incitan al acoso, la violencia y el asesinato contras los acusados».

Un «mal uso» que denuncia Shagufta y cuyas palabras traslada su hermano: «Esta ley debe ser abolida; la gente la usa para perseguir a los cristianos», aunque también a musulmanes chiítas o ahmadíes, o musulmanes convencionales, como ha señalado en alguna ocasión su abogado.

Desde su nueva residencia en Europa, «que ha hecho una apuesta por ellos», el matrimonio da las gracias «a todos los que los han ayudado», a los jueces, a las instituciones y a todas las oraciones por su liberación. Los niños comenzarán sus estudios a la vuelta de las vacaciones y poco a poco normalizarán su situación. A la familia le queda toda una vida por delante. «Tenerlos aquí es un milagro», concluye Joseph.