Sevilla y Valencia: novedades en el Itinerario de Formación Cristiana de adultos. Impulso a la catequesis
La nueva evangelización requiere laicos bien formados y comprometidos en la misión de la Iglesia. De ahí el renovado interés de métodos como el Itinerario de Formación Cristiana, dirigidos a pequeños grupos que quieran crecer en la fe
El arzobispo de Sevilla presentó, la pasada semana, un Manual-Resumen del Itinerario de Formación Cristiana. Una de las prioridades del actual Plan pastoral —subrayó monseñor Juan José Asenjo— es la importancia de la formación del laicado. Para esa finalidad, es una buena herramienta el Itinerario de Formación, que se dirige a personas adultas, posibilitando que cada uno siga su ritmo, explicó don Enrique Belloso, delegado diocesano de Apostolado Seglar. Este instrumento también nos recuerda «que no se puede seguir a Jesús en solitario», y «la necesidad de vivir la fe en la comunión de la Iglesia, en una comunidad o grupo de referencia. Esto es lo que propone el Itinerario».
Guiados por un acompañante, se constituyen grupos de unas 10 personas, interesadas en refrescar su formación, resolver dudas, crecer en la fe…
La nueva evangelización empieza en casa: por la autoevangelización. Así lo expuso el profesor Xavier Morlans, profesor de la Facultad de Teología de Cataluña y consultor del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, durante las XXXII Jornadas Generales de Apostolado Seglar, celebradas en Madrid, los días 18 y 19 de febrero. El creyente, dijo este profesor, debe reavivar la fe dormida y convertirse en testigo ante el mundo, a través de vías como la caridad y el diálogo con la cultura contemporánea.
En otra conferencia, don Agustín Domingo Moratalla, profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valencia, subrayó la necesidad de impregnar de cristianismo la cultura actual, en un tiempo en el que los valores y costumbres no predisponen a las personas para acoger la fe cristiana. Condición indispensable para la nueva evangelización, sin embargo, es el encuentro personal con Jesucristo de los evangelizadores, que deben ser personas alegres, creativas y audaces, convincentes por su palabra y por su testimonio.
La Conferencia Episcopal Española impulsa, desde hace unos años, este método. En el encuentro organizado en octubre por la Comisión episcopal de Apostolado Seglar, el director del Itinerario, el arzobispo emérito de Zaragoza, monseñor Elías Yanes, habló de él como herramienta para el conocimiento progresivo de Jesucristo, que no pretende sustituir otros métodos catequéticos.
«La formación de los laicos es una prioridad de la máxima urgencia», dijo en el encuentro de octubre el presidente de la Comisión episcopal de Apostolado Seglar, monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia. En su diócesis, el Itinerario fue presentado el Miércoles de Ceniza de 2011. Para la Cuaresma y Pascua de este año, el Arzobispado ha preparado una guía que se ofrece a parroquias e instituciones de Iglesia como «ayuda y estímulo para preparar y vivir estos tiempos litúrgicos», explica el arzobispo en el prólogo. Hay también intencionalidad apostólica: «Abrir el corazón de los hombres y mujeres con los que convivimos a diario, algunos alejados de Dios, a la gracia de saberse queridos y acompañados por Dios mismo».
Las éticas utilitaristas terminan siendo poco útiles… Es la tesis que ha expuesto, en una conferencia, doña María Jesús Carravilla, profesora de la Universidad Católica de Ávila, que toma una frase de san Juan de la Cruz para explicar la clave práctica de la moralidad: «Donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor»
Un alumno me preguntó: «Pero, ¿no es acaso rentable el fraude? ¿Por qué no asumirlo económicamente?» El alumno creía que yo iba a responder desde una proposición de principio: Mire usted, aunque sea rentable el fraude, no se debe mentir, no es ético… Pero mi respuesta fue: «¿Sí? ¿Es rentable el fraude? ¿No se habla por doquier de que la crisis actual es fruto de los terribles fraudes producidos?».
El mal no es rentable. El utilitarismo craso termina en intereses desleales, y esto a niveles pequeños como a gran escala: si hay un robo entre amigos o compañeros, desaparece toda confianza, toda convivencia aceptable.
Otro capítulo no menos comprometido es el de la bioética, enmarañada con intereses políticos y económicos. Aquí hemos perdido el norte. ¿Es que, al final, va a tener la misma valoración, las mismas consecuencias, fabricar hombres que procrearlos?; ¿dejar que nazcan niños que impedirlo?
La moda ética se cifra, a menudo, como afirma Hans Thomas, en que «no hay verdades morales. La moral es algo privado. Esta convicción liberal domina las cabezas de la clase política, de los intelectuales, e incluso de no pocos teólogos. Quien habla de una conciencia autónoma está diciendo que la moral no tiene nada que ver con la verdad. El mensaje liberal de que la moral es una cuestión privada conduce a una creciente juridificación de todos los ámbitos de la vida, y a una regulación estatal cada vez más intensa, por mucho que les duela a los liberales…
La emergencia de la ética lleva consigo la emergencia educativa. Señala Benedicto XVI, en su último discurso con motivo de la Jornada Mundial de la Paz: «Es cometido de la educación formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad».
Pero hay aprendizajes que sólo se hacen por el lenguaje de la presencia y el testimonio. Son los verdaderamente importantes para la vida. Las buenas obras, el amor, son el tesoro del corazón del hombre; tesoro que trasciende el tiempo y el espacio, trasciende la misma muerte; nos permite vivir en la esperanza… Por eso, podía aconsejar san Juan de la Cruz: «Donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor». Ésta es la clave práctica de la moralidad.