Secretario general adjunto del CELAM: «En Latinoamérica ya existen muchas experiencias de sinodalidad»
El Consejo Episcopal Latinoamericano festeja su 70 cumpleaños pero las primeras experiencias de toma de decisiones conjuntas en Hispanoamérica se remontan incluso a 1899
El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) es anterior al Concilio Vaticano II. Surgió como fruto de la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Río de Janeiro (Brasil) en 1955. El CELAM ha querido volver a la ciudad carioca para celebrar esta semana su Asamblea General, en la que festejarán su 70 aniversario. El sacerdote argentino Pedro Brassesco, que se despide de su cargo como secretario general adjunto, hace balance de estas siete décadas.
¿Qué balance se puede hacer de este 70 aniversario de la primera asamblea del episcopado latinoamericano, anterior incluso al Concilio Vaticano II?
Fue el inicio de un proceso sólido de comunión de los obispos que permitió ir definiendo el rostro y misión de la Iglesia regional. Esta conferencia es la que pide al Papa Pío XII la creación de un organismo estable que coordine los episcopados latinoamericanos. Así surge el CELAM, que será el encargado de promover esa comunión entre los obispos, actuando subsidiariamente y al servicio de las conferencias episcopales. Además de sus conclusiones, que motivaron los primeros pasos de una Iglesia unida, el valor de aquel encuentro de Río fue haber logrado que ese caminar juntos no quedara en eventos aislados, sino que se constituyera en un proceso continuo. Anteriormente hubo experiencias de encuentros y decisiones conjuntas, como en 1899. Por eso fue también el fruto de un camino recorrido ante necesidades comunes que eran un desafío para la región.
¿Por ejemplo?
Es interesante que en 1955 aparece como un problema común la falta de presbíteros. Luego del Concilio, las preocupaciones van a estar en torno a la respuesta de fe a partir de los signos de los tiempos, particularmente la realidad de los pueblos como la pobreza y exclusión.
¿Cómo ha evolucionado la Iglesia en América Latina en estas décadas?
A partir del discernimiento sobre los desafíos evangelizadores en cada momento que surgen de escuchar y acompañar al pueblo de Dios. No ha sido fácil, ha habido tensiones y miradas diferentes, pero cada conferencia general ha sido un gran momento sinodal cuyas conclusiones fueron asumidas como líneas inspiradoras en toda la región. La Iglesia fue madurando su vocación de voz profética para toda la sociedad, marcada por realidades muy duras como la desigualdad social. El hecho de haber seguido el método de ver-juzgar-actuar le ha permitido tener un dinamismo en cada tiempo con respuestas actualizadas.
En este caminar común se han sabido preservar las particularidades culturales e históricas de cada región, pero con un espíritu marcado también por el aprendizaje que ha implicado reconocer elementos comunes que reclaman respuestas conjuntas.
¿Habrá alguna novedad en la cita de estos días en Río?
Habrá miembros de las conferencias episcopales de Canadá y Estados Unidos y de las continentales de Asia y África. Es la primera vez que esto ocurre y es el fruto de un camino realizado en los últimos años. Con Canadá y Estados Unidos hemos ido comprendiendo la importancia de hacer un trabajo más regular de coordinación en temas claves para todo el continente. Por otro lado, con Asia y África venimos reuniéndonos en lo que llamamos la «Iglesia del sur global» para intercambiar experiencias y unir esfuerzos en acontecimientos como el Sínodo o la cumbre del clima COP30 que se desarrollará en Brasil este año. Esto es un testimonio de sinodalidad.
¿Qué podemos esperar de la agenda?
Nos parece muy importante reflexionar sobre la necesidad de reforzar el sentido colegial para continuar siendo un testimonio de sinodalidad caminando junto a todo el pueblo de Dios. La asamblea de este año no es electiva. Tendremos varios momentos celebrativos. Además de los 70 años de la primera Conferencia General y la creación del CELAM, los diez de la encíclica Laudato si, los 1.700 del Concilio de Nicea y el año jubilar sobre la esperanza. También dispondremos de un tiempo para compartir la realidad social y eclesial de cada país, abordaremos la recepción del documento final del Sínodo, la realidad de las conferencias episcopales a la luz de Praedicate Evangelium, caminos para la unidad de los cristianos y el tema de la transparencia.
¿Cómo puede la Iglesia latinoamericana abrir camino en el proceso de recepción del Sínodo a nivel universal en el marco del nuevo pontificado?
Hemos constituido un equipo más ampliado de animación continental donde se han definido una serie de líneas de acción. En primer lugar, es clave acompañar a los equipos nacionales en la divulgación y apropiación del documento. Para eso se está produciendo material. También somos conscientes de que ya existen muchas experiencias de sinodalidad. Es importante compartirlas y destacarlas, ya que pueden ayudar a otros. Sabemos que será un proceso largo y para ello se requiere seguir formando, animando y recreando el entusiasmo por una Iglesia capaz de abrir sus brazos a todos, ampliar los espacios de participación y vivir más plenamente la comunión fundada en la Santísima Trinidad.