Sacerdote y psicólogo: «En la Iglesia muchas veces hemos sido pioneros en salud mental»
Pablo Nicolás, presbítero de la archidiócesis de Madrid y profesor de Psicología Pastoral en el Instituto Superior de Pastoral, ha clausurado este jueves las IX Conversaciones PPC sobre Salud mental: desafíos en la sociedad del descarte. Las inauguró José Luis Segovia, vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación de la archidiócesis de Madrid
Va a hablar de la Iglesia como hospital de campaña en el ámbito de la salud mental. ¿Cómo es el campo de batalla en el que se levanta este hospital?
Es un contexto complejo en el que hay mucha gente herida. Después de la pandemia se habló mucho de salud mental y soledad pero se está cambiando poco. Cada uno seguimos a nuestra bola y hay mucha gente sola o también con heridas psicológicas serias. En los jóvenes está repuntando por la soledad que crea la tecnología y por aspectos de falta de socialización que vienen de entonces. Esa soledad, ese encerrarse en uno mismo, hace que tengamos menos salud mental.
Se cita mucho el papel de la pandemia. ¿Realmente fue el inicio de este problema?
Ojalá. Esto viene de siempre. Somos vulnerables y a veces la problemática nos supera. Pero es verdad que hubo dos aspectos de la COVID-19 que sirvieron de espolearon esto: el aislamiento, el no poder vernos, tocarnos, abrazarnos, que se quiso sustituir con un contacto digital. Pero el contacto humano cálido no puede ser sustituido por ningún medio tecnológico.
¿Y el otro?
El golpe de realidad que significa el ver que me puedo morir, que puedo tener problemas. Eso nos hizo caer de golpe en la cuenta de que nuestra vida, tan solucionada en ciertos aspectos, se puede romper. Y nos pasó a todos a la vez. Eso llevó a que los temas de salud mental se pusieran sobre la mesa. Se hizo un poco en algunos ámbitos, pero las dinámicas sociales de individualismo y falta de comunidad nos llevan por otro lado. Aquí la Iglesia puede hacer mucho. Los seguidores de Jesús no hemos renunciado a hacer vida de comunidad, tendemos a juntarnos. Pero en esta sociedad se hace complicado y a nuestra gente se le nota.
Pero la fe y la comunidad no nos hacen inmunes a los problemas de salud mental.
Ya nos gustaría que nos hiciesen inmunes. Tenemos una herramienta muy potente que nos puede ayudar a afrontar adecuadamente esa vulnerabilidad y aliviarnos en los momentos complicados. Pero no es una receta mágica que aplicamos y ya está. La cruz no nos la quita nadie y sabemos que hay que asumirla. Hay que encajar la vulnerabilidad, el sentirnos débiles, a merced de lo que ocurra en la vida y en manos de Dios. La fe nos hace reconocer nuestra debilidad para trascender, buscar caminos que nos abran a horizontes nuevos y bastante más humanizadores. Se trata de ir abriéndose a la gracia de Dios y ayudándonos unos a otros.
¿Cómo puede ser la Iglesia ese hospital de campaña para quien está fuera, que no recurre a ella?
Recurre más gente de la que nos creemos. ¿Cómo atenderla? Sin pedir carnet. Podemos poner en marcha proyectos en los que escuchamos, acogemos a la gente para tener un espacio en el que comuniquen sus problemas, se sientan apoyados y comprendidos, sin preguntarles cuál es su fe. Lo que nos importa es dar respuesta de humanidad y acogida para ayudar a superar esos problemas. No de manera paternalista, diciendo lo que tienen que hacer, sino buscando juntos estrategias que nos ayuden. Evidentemente habrá gente que al sentirse ayudados se acerquen. No olvidemos que en los primeros siglos el primer factor que hacía que la gente se uniese a la Iglesia era una acogida de caridad en medio de un imperio muy duro. No miremos quién se acerca sino qué ofrecemos: una transmisión del abrazo que sentimos que el abrazo del Padre.
En la apertura de las IX Conversaciones PPC José Luis Segovia, vicario para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación de la archidiócesis de Madrid, señaló el «malestar» generalizado que se vive en la sociedad actual. También alertó de un escenario de «dualidad social», un fenómeno que se ve en realidades como que en el aeropuerto de Barajas «coexisten los vuelos en clase business con quienes duermen en los pasillos». En efecto, hay una «prevalencia de problemas de salud mental» en «situaciones precarizadas» como el sinhogarismo, el desplazamiento forzoso y la privación de libertad.
Por otro lado, Segovia alertó frente a la tentación de «psiquiatralizar y a medicalizar todos los problemas que generalmente a veces tienen sus raíces en espacios bien diferenciados donde no se tratan adecuadamente». Llamó asimismo a la cautela frente a apelar «a lo religioso sin más». Si la atención religiosa a la salud mental «no recibe la adecuada respuesta crítica y el complemento terapéutico, muchas veces imprescindible, puede propiciar tipos de respuestas emotivistas y excesivamente simplistas que faciliten incluso cronificar determinadas enfermedades mentales».
¿Se refiere a los centros de escucha?
Por ejemplo. He tenido la suerte de poder liderar uno en el madrileño barrio de Tetuán, con voluntarios y profesionales. Son iniciativas que requieren muy poco esfuerzo económico, solo para tener supervisión profesional. Como en la Iglesia tenemos una red increíble de más de 400 parroquias en Madrid y espacios físicos de sobra, se va creando entre los Camilos y Cáritas una red de escucha psicológica en la que la gente puede venir a hablar de muchísimas cosas, referidas o no a temas religiosos. Atendemos a musulmanes o no creyentes que están muy golpeados y con problemática de salud mental.
Se está llegando a muchas personas, también porque cuando no hay retribución económica de por medio las cosas se hacen mucho más accesibles para un sector de la sociedad que no puede acceder a ninguna atención psicológica; o muy insuficiente. Incluso la red de salud mental de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento nos derivan gente porque están desbordados. Es verdad que esto no puede sustituir una atención más profesional, por eso tenemos una red a la que se derivan los casos más complejos. En el clero, las comunidades y la jerarquía hay mucha sensibilidad y se va haciendo cada ve más cosas y llegando a más gente.
Pero, al final, el trasfondo de esa ayuda que se ofrece es un horizonte trascendente. ¿Eso no influye?
Son dos cosas distintas: somos comunidades sanas, donde —cada uno con sus vulnerabilidades— ofrecemos que la gente viva en un entorno seguro; y a la vez tenemos programas y proyectos que ayudan a las personas con problemas específicos. Ahí podemos acompañar de una manera concreta iluminada a través de las ciencias humanas y sociales: psicología, trabajo social…
En lo que toca a la salud mental, en la Iglesia muchas veces hemos sido pioneros. El primer hospital psiquiátrico que se hizo en el mundo lo hizo la Iglesia, uno de los Religiosos Camilos en Italia. La Iglesia desde el primer momento ha tenido esa sensibilidad de ver que la gente lo pasaba muy mal con estos temas y había que atenderlos; pero siendo punteros y atendiendo a las ciencias sociales y a los instrumentos técnicos, psicológicos, psiquiátricos y de trabajo social que nos pueden ayudar mucho.