Premio Harambee: «No funcionan las mismas políticas en el primer mundo y África»
Enase Okonedo ha sido galardonada por formar a mujeres líderes en la empresa y el sector público de Nigeria, asegura que se empiezan a reconocer sus capacidades
Estudió Gestión Empresarial en París y Barcelona, pero enseña en Nigeria, donde es la primera vicerrectora de la Universidad Pan-Atlántica (PAU) y fue la primera decana de su Escuela de Negocios, en Lagos. ¿Puede trasladar sin más lo aprendido en el primer mundo?
En administración de empresas no siempre es posible coger lo que has aprendido, aunque sean las mejores prácticas globales, y aplicarlo en mercados en desarrollo. Hay diferencias que lo hacen imposible.
¿La realidad africana cuestiona la economía que se enseña en países desarrollados o más bien la enriquece?
Ambas. Las teorías y políticas económicas del primer mundo pueden dar por sentadas unas condiciones lejos de la realidad de los países africanos. Por ejemplo, el sector informal en muchos de ellos contribuye de forma significativa a la economía. Bastantes naciones dependen de un único recurso natural. Tampoco hay mercados financieros bien desarrollados. Y la cultura de la gente influye en su comportamiento económico. No pueden funcionar las mismas políticas en estructuras económicas tan diferentes. Es un desafío para los economistas reconocer estas diferencias y desarrollar modelos basados en la realidad africana para que las políticas sean adecuadas para lograr el desarrollo.
¿Qué diagnóstico hace de las causas profundas de que a África le siga costando desarrollarse?
Están los desafíos políticos, como la falta de instituciones democráticas fuertes y la inestabilidad de los gobiernos, la corrupción y la mala gestión. Otros son económicos: altos niveles de deuda, desequilibrios en el comercio e inflación, déficit estructural o que muchas naciones dependen de una sola materia prima. Hay retos demográficos y sociales —enorme población juvenil, desempleo o infraempleo, fuga de cerebros—, también ambientales y falta de inversión en I+D.
- 1997: Máster en Administración de Empresas (MBA) por el IESE Business School (Barcelona). Se doctora en 2010 por el ISM de París.
- 2009: Primera decana de una escuela de negocios nigeriana, en Lagos. Logra situarla entre las 50 mejores a nivel global según The Economist y el Financial Times.
- 2020: Primera vicerrectora de la Universidad Pan-Atlántica.
El Papa ha pedido que durante el Jubileo se condone la deuda de los países en desarrollo. ¿Cómo los afecta?
Un alto nivel de deuda es una limitación a su crecimiento. Consume una parte importante de ingresos públicos, dejando poco para invertir en áreas clave como infraestructura, sanidad o educación. También aumenta el coste de los préstamos, lo que hace difícil acceder al capital y aumenta su exposición a las crisis. La condonación de la deuda, si se estructura de forma adecuada, podría beneficiar a los países. Pero tiene inconvenientes. El primero es el riesgo moral: ¿podría generar irresponsabilidad por parte de los gobiernos para tomar más dinero prestado? Tampoco resuelve las cuestiones fundamentales que hicieron que se elevara a niveles peligrosos, como las políticas fiscales equivocadas y la mala gestión. Lo que podría funcionar es un punto intermedio: un alivio específico de la deuda vinculado a reformas que mejoren la vida económica y beneficien a los ciudadanos.
¿Se quedan en el país sus estudiantes?
Muchos se quedan, pero también emigran bastantes. En los últimos años un número creciente de graduados se ha mudado al extranjero para tener más oportunidades. Es un problema para la nación perder a profesionales cualificados, particularmente en sectores como la sanidad, la tecnología y las finanzas. Pero muchos se quedan y se dedican al emprendimiento.
¿Cómo contribuyen a mejorar el país?
Si fundan empresas, creando empleo. También aportan a las entidades en las que trabajan por su capacidad y su ética laboral. Pero es mucho más importante la otra forma, indirecta, en la que tienen un impacto social. Nosotros ofrecemos una educación única que no se centra solo en el conocimiento, sino en el desarrollo integral de la persona, animando a todos los estudiantes —en clases, proyectos e iniciativas de servicio— a empaparse de un liderazgo ético y desarrollar los valores y actitudes correctos. Estos graduados están transformando la sociedad a gran y pequeña escala.

También es mentora de otras mujeres en programas de liderazgo y gobernanza.
Durante un par de meses me reúno virtualmente de forma periódica con ellas y las guío para que lleguen ellas a respuestas y acciones que mejoren su carrera profesional. Quieren progresar en su trabajo o prepararse para nuevas oportunidades, aprender a superar los desafíos de trabajar en campos dominados por hombres, etc. Todas han progresado: se han embarcado en el mundo académico —una se doctoró—, las han nombrado directoras de consejos de administración o tienen la confianza para sugerir y ejecutar proyectos en el sector público.
¿Qué aportan en sus campos?
Unas capacidades excepcionales que ahora se están reconociendo como importantes más allá de las técnicas: empatía, más inteligencia emocional, una escucha más activa y mejor comunicación, estilos distintos de liderazgo. Las mujeres tienden a ser más inclusivas y participativas. Todo ello lleva a que quienes trabajan con ellas tengan la moral más alta, haya más implicación con los equipos, más aportaciones de otros en la toma de decisiones y una productividad más alta.
Va a destinar el importe del Premio Harambee a un proyecto de formación en Iloti. ¿Qué ofrece?
Incluye una Escuela de Cáterin y Gestión en Hostelería. Las muchachas también se preparan en competencias sociales con cursos sobre aprendizaje emocional para construir su autoestima. También tienen mentoras que las preparan para los desafíos a los que se pueden enfrentar al dejar sus aldeas y trabajar en establecimientos amplios, a veces en ciudades grandes. El premio lo invertiremos en un sistema de paneles solares para dotar de energía a las clases, las cocinas y las oficinas.