Otra buena candidatura para España - Alfa y Omega

No me refiero a los avatares olímpicos. El mundo católico sabe que España es tierra de María y cuna de santidad, como dijo el Papa polaco. Nuestro palmarés de santos es envidiable. Y Benedicto XVI, en octubre de 2011, lo incrementó elevando a los altares a una sencilla mujer de Salamanca con un carisma muy especial.

Bonifacia es hija de un sastre y de un ama de casa; es la mayor de seis hermanos. Con sólo quince años, se pone a trabajar como cordonera para ayudar a su madre viuda a sostener el hogar. Se produce el drama de dos mujeres trabajadoras, madre e hija, que viven en sus carnes la pobreza, la explotación y mucho de las injusticias sociales fruto de la revolución industrial española de finales del siglo XIX.

¿Qué puede hacer esta chica de ciudad? Trabajar sin descanso para salir adelante, aunque a ella le pagan una cuarta parte de lo que cobra un hombre en su mismo puesto. Así es la vida. Trabajar, estudiar, comprar…, ¡rezar! Pues al lado de su casa tiene la clerecía regentada por los jesuitas. Antes de ir al puesto del taller, acude a los sacramentos con su madre y toma el hálito necesario para permanecer en lo más importante: el amor de Cristo. Algunas compañeras de trabajo se ven imantadas por su amor y carisma personal.

Pasado el tiempo, con ahorro y esfuerzo, Bonifacia ha podido establecer su propio taller y trae consigo a algunas muchachas para compartir trabajo y aliento de fe. La vida va adelante. Pero esta obrera singular experimenta a Dios de tal modo, que llega a pensar en dejarlo todo para hacerse dominica. Sin embargo, había interpretado mal los planes de Dios. El padre Butiñá, un recién llegado jesuita, vecino de Bonifacia, acompañará espiritualmente a la salmantina y será el buen intérprete de Dios que la guíe hacia una nueva experiencia donde aunar trabajo y oración. Nacerá así una Congregación de mujeres obreras de Cristo, a imagen de san José, que propaguen la santidad de vida en el trabajo diario en talleres-hogar de oración y amor, como el de Nazaret.

Bonifacia, su propia madre y algunas trabajadoras se consagran a Dios, sin hábito, sólo llevando un sencillo vestido como las obreras de su tiempo. Salen a las calles para recoger a las mujeres necesitadas de dignidad y de un oficio que las libre de caer en cualquier red de explotación social o sexual. Ellas son las Siervas de San José. Y la historia de Bonifacia seguirá como escrita para un guión cinematográfico: envidias, traición, desamor, coraje…

Hoy escribo estas líneas para sugerir otra nueva candidatura para España: santa Bonifacia como Patrona universal de la mujer trabajadora. Porque en este siglo, más que nunca, la mujer necesita un modelo de fe y fortaleza, una amiga cercana, una intercesora fiel en ese duro camino de vivir como cristianas, trabajadoras y madres, protagonistas indispensables en la construcción de este mundo. Mujeres hoy perfectamente realizadas en una carrera social siempre a contracorriente.

Oscar García Aguado
Párroco de Nuestra Señora de la Misericordia (Madrid)