Sí, como dice El Roto en la viñeta que ilustra este comentario, esconder la cabeza bajo el ala, como los avestruces, es lo que están haciendo nuestros mediocres líderes políticos; ya que están cayendo en las encuestas, cambian las preguntas. O miran hacia otro lado; o hacen como que no ven; o buscan otras cosas que tengan a la gente entretenida. Son diversas maneras de cambiar las respuestas ante los resultados de la encuesta. Cuando, dentro de muchos años, los historiadores cuenten este período que estamos viviendo en España, ni van a hablar de Urdangarín, ni de Bárcenas ni de la Infanta Cristina; hablarán, en todo caso, del agotamiento por corrupción de un sistema, de un modelo político. Hace muchos meses que en este rincón se ha alertado sobre ello. Sin ir más lejos, el 17 de marzo pasado, esta sección concluía así: «Para esto que llaman democracia, que no es tal, sino una partitocracia, sólo cabe un remedio: volver a empezar de cero y cambiar el sistema, porque este sistema ya se ha agotado y no da de sí más que lo que da».
Sean muy bien venidos al club Ignacio Camacho, que titula una columna suya, en ABC, La crisis del régimen y escribe: «Estamos ante una crisis de régimen, un colapso institucional sobrevenido a partir de la recesión. La imputación de la Infanta, justa o injusta, representa el punto de no retorno en el resquebrajamiento del sistema constitucional del 78, cuyas estructuras básicas han quedado amenazadas por el desplome de la confianza social y la ausencia de verdaderos liderazgos públicos». Y habla de un Gobierno embarrancado, de unos partidos cuyo papel está en cuestión, como el modelo de las Autonomías y como tantas otras cosas. En el mismo diario, Isabel San Sebastián, bajo el título ¿Cui prodest?, pregunta: «¿A quién beneficia el descrédito y eventual caída de una Corona que nos ha servido bien dentro y fuera de España?». No es una mala pregunta, en vísperas –¡qué casualidad!– del 14 de abril. ¡Qué curioso también que, precisamente en estas fechas, las Juventudes Socialistas lancen un manifiesto pidiendo una nueva negociación del Estado con la Iglesia católica, a la vez que el diario El País –oh, casualidad también– publica una doble página lamentando lo mucho que le cuestan al Estado español los capellanes! Ni los unos ni los otros parecen tener interés en recordar lo que nos cuestan los partidos políticos, los sindicatos, y sus múltiples y variopintos derivados y compuestos.
Estos muchachitos socialistas proclaman allí donde se les da voz –y a fe que se les da voz en muchos sitios, algunos de ellos increíbles– que la caridad es lo que mueve a Cáritas en los comedores sociales, pero que eso es lo que tiene que hacer la Iglesia según sus valores, porque ellos, en cambio, se rigen por la justicia social. ¿Me quieren decir, por favor, en cuántos comedores sociales el partido socialista, el comunista y sus respectivos sindicatos, les quitan el hambre, en nombre de la justicia social, a los españolitos parias de la tierra, famélica legión? Yo no conozco ninguno. El caso es que, una vez más –y lo que te rondaré, morena–, mientras se habla de esto y de la infanta, y de la princesa, y del duque, no se habla de los ERE de Andalucía, ni del separatismo catalán, ni de las cuentas en Suiza, ni del terrorismo etarra, ni de los tejemanejes sindicales, y de eso es de lo que se trata, claro. Ni se habla del 11M, ni se habla del desamparo ignominioso que están sufriendo las víctimas del terrorismo, ni se habla de que la Ley del aborto no se cambia, ni se habla, por supuesto, del caso Faisán. Como muy bien pintó Javier Quero, en una viñeta de La Gaceta, en una pajarería hay una jaula vacía en la que pone Faisán, y un dependiente le comenta al dueño: «En la jaula del faisán no hay ningún pájaro…». A lo que el jefe responde: «Ni lo habrá».
Y, mientras tanto, se entera uno de que el tal Urdangarín no sableaba a ninguna Comunidad regida por el PSOE… Y mientras tanto, de Pepiño, como dicen los italianos, non se ne parla più… Y mientras tanto, un día y otro día, se sigue hablando, dale que te pego, de la Marca España, como si España fuera una mercancía más…