De verdad que yo no sé si España está ya desahuciada o a punto de desahucio; lo que sí sé, desde luego, es que el humorista Máximo tiene más razón que un santo cuando le hace comentar al españolito, que ha pintado en la viñeta que ilustra este comentario: Me quieren desahuciar de mí mismo. Seguramente eso es lo que, en el fondo, nos ocurre hoy en España, que nos quieren desahuciar de nosotros mismos y que, en la mayoría de los casos, lo están consiguiendo. Hace muchos años, otro filósofo como Máximo, pero que de humorista tenía poco, don José Ortega y Gasset, ya nos soltó aquello de «no sabemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa».
Seguramente, de todo lo que nos ha pasado en los últimos tiempos y de lo que nos está pasando, lo peor, lo de consecuencias más funestas, sea esa sentencia del Tribunal Constitucional que avala la constitucionalidad de la reforma del Código Civil que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo e incluye la posibilidad de que adopten a niños. Yo no sé si se han fijado ustedes, pero en todo o en casi todo lo que se ha escrito y dicho estos días al respecto, los niños brillan por su ausencia, cuando en realidad son los únicos que tienen derecho en esta cuestión. No existe el derecho a adoptar; sí el derecho a ser adoptado… Pero ya digo, de eso ni se habla, con lo que se demuestra, a todas luces, qué es lo que de verdad interesa en esa sentencia en la que la ideología trata de imponerse a la naturaleza. Conviene recordar aquí a los desmemoriados de todo tipo y condición que Dios perdona siempre; el hombre, de vez en cuando; pero la naturaleza no perdona jamás, porque Dios en su infinita sabiduría ya se ocupó y preocupó de que fuera así. Todos los tribunales habidos y por haber de todo el mundo pueden dictaminar lo que mejor les parezca, pero lo natural es y será siempre lo natural, igual que un círculo es redondo y no cuadrado, por mucho que cualquier tribunal dictamine lo contrario. En Radio Vaticano, el portavoz del Papa, padre Federico Lombardi, ha rechazado con vigor la decisión del Tribunal Constitucional español que intenta poner en pie de igualdad las uniones de homosexuales con el matrimonio. Lombardi ha recordado que el matrimonio heterosexual, el único digno de tal nombre, el que contraen un hombre y una mujer, está en el origen mismo de la civilidad que, como tal, la Iglesia protege y que, si se admite como matrimonio la unión de homosexuales, ¿por qué no la poligamia y la poliandria? El propio Benedicto XVI ha hablado, estos días, de la ineludible necesidad de educar los deseos de las nuevas generaciones. Hasta ahora, incluso en las naciones que admiten la poligamia, el matrimonio natural era respetado jurídicamente como intocable; por algo el Santo Padre subrayó, hace poco, al inaugurar el Año de la fe, que la crisis de fe tiene mucho que ver con la crisis del matrimonio y de la familia; así que los irresponsables buenistas de la falsa tolerancia, que confunden la gimnasia con la magnesia, deberían enterarse de una vez que no hay que respetar todas las posturas, como dicen ellos (por cierto, eso de las posturas no está mal para la gimnasia). A las personas sí hay que respetarlas, a todas y cada una por igual, pero las ideas —y menos las posturas— unas son respetables, otras son menos respetables y otras no son respetables en absoluto. Y es más: la mejor, tal vez la única verdadera manera de respetar a las personas es decirles la verdad, por dura que pueda resultarles; por tanto, explicarles que hay determinadas posturas que no son aceptables, porque son antinaturales y nocivas, para ellos mismos y para los demás. Todo esto, por no hablar de otra especie de mantra que corre de mentidero en mentidero, por estas fechas: no todo lo constitucional tiene por qué convertirse en una ley, ni la miserable espera de votos puede justificar que haya que adaptarse a las miserias humanas. Eso no indica más que pura cutrez moral. El TC se basa en la nueva realidad social; nuevas realidades sociales son también el sida, el paro, la mendicidad y la desvergüenza. ¿Qué hacemos con todo eso, lo hacemos constitucional?