Neville Marriner cumple 90 años
El director inglés Sir Neville Marriner ha cumplido recientemente 90 años, lo decía el programa de mano, pero su aspecto desmentía la edad a cada pieza que interpretaba.
El pasado lunes, ofreció en el Auditorio Nacional el primero de los ocho conciertos de la gira de la Orquesta de Cadaqués, de la que es principal director invitado desde hace 23 años. Es fundador de la archiconocida orquesta de cámara británica Academy of Saint Martin in the fields, iglesia donde la agrupación dio su primer concierto en el año 1959. Es un templo anglicano al que los enamorados de la música le tenemos un aprecio especial porque, vayas a la hora que vayas, siempre coincides con algún concierto. Además, tiene una cruz originalísima: al fondo de la nave hay una vidriera, y en ella unas armaduras de hierro que van convirtiéndose en una cruz que dulcifica sus rectas, como si deliberadamente a ese hierro se le hubiera abierto un alma.
Marriner sigue siendo escrupulosamente riguroso con su batuta; ahora, los movimientos lentos los adorna con gestos de niño, más breves, como si hiciera un castillo con la arena negra del mar. Toda mi generación aprendió las sinfonías y los conciertos para piano de Mozart de sus manos. El melómano tiene algo del enfermo al que se cuida; es un dependiente al que se le hace constantemente mucho bien.
Recuerdo que en El olvido de sí, de Pablo D’Ors (editorial Pre-textos), esa novela bellísima sobre la vida de Carlos de Foucauld, decía el Beato que, cuando uno reparte limosnas, se asemeja un poco a Dios, cuya vida consiste en darse: «Cuando las recibe, en cambio, permite a Dios que sea Dios, y eso es lo mejor sin comparación». El amante de la música ha aprendido el misterio tan grande de recibir lo mejor de los demás, por eso es un eterno agradecido.
Marriner interpretó a Mendelssohn y Albéniz; hubo un Concierto para piano de Chopin y regaló al auditorio la obertura de Las Bodas de Fígaro, de Mozart. Como dice Benedicto XVI, «de ninguna manera lo suyo es mero entretenimiento; la música de Mozart contiene el total de la tragedia de la existencia humana», y esta frase se extiende también a sus óperas bufas. Felicidades a ese nonagenario que aún conserva mucho que decir y que convierte la jubilación en imposible para quien pone belleza en cuanto toca.