«¡María!» - Alfa y Omega

«¡María!»

Manuel Cruz

Estos días de Pascua, al leer lo que nos dicen los evangelios de la Resurrección del Señor, reparé en ese encuentro entrañable de Jesús con María Magdalena que, con la mirada borrosa por las lágrimas, lo confundió con el hortelano y le preguntó si lo había visto. Jesús, enternecido, le dijo: «¡María!» y María, con un vuelco en el corazón al reconocerlo, le abrazó los pies.

Lo que me llama la atención, después de tantas veces leído y meditado, es el acento de ternura que debió de poner Jesús resucitado al llamar por su nombre a quien tanto lo había amado y cómo se tuvo que conmover María al escucharlo.

Nos dice un popular escritor sagrado que con esa misma actitud de cercanía nos llamará Jesús por nuestro nombre cuando nos lo encontremos cara a cara. ¿Cómo me llamará a mí? ¿Manolo, como me llaman los amigos; Manuel como acostumbro a firmar mis escritos o, más bien, Manolín, como me llamaban mis padres? ¡Qué dicha más inmensa con solo escuchar cualquiera de ellos de la boca del Señor!

Me pregunté en seguida: ¿Y cómo llamará –supongo que al menos llegarán a verlo– a los que han renegado de Él, a los que atacan a la fe cristiana o a los que se consideran ateos y se esfuerzan por ser buenas personas y respetan a los creyentes? Pensé en uno de estos últimos, Antonio García Trevijano, un ateo que solo cree en la materia como origen y fin de todas las cosas y al que tuve la ocasión de escuchar en una polémica sobre la muerte con un sabio sacerdote.

Como ya he supuesto que, pese a nuestros pecados, a nuestra falta de fe, la Misericordia nos reservará al menos la oportunidad de ver a Jesús para darnos cuenta de los efectos del arrepentimiento, me pregunté cómo y con qué tono, dirá Jesús el nombre de Antonio, en ese encuentro que inicia la vida eterna para bien o para mal. Puede que le diga: «Pero Antoñito, ¿cómo no has dejado un hueco en tu corazón para cobijar el Espíritu que te enviaba?». ¿O puede que le invite a vislumbrar por un segundo lo que ya nunca podrá gozar? No sé, porque muchos habrán sido los que hayan pedido por él, como el sabio cura que no pudo sacarlo de su error.

Por cierto, ¿hay quien pida por la conversión de los yihadistas? Pues sí: en mi Iglesia se pide por ellos cada domingo, después de pedir por sus víctimas, sean cristianas o musulmanas. ¿No quiere Jesús que le pidamos cosas grandes, según nos revelaba Faustina Kowalska, la santa de la Misericordia?