Maestros espirituales que apenas ayudan
En Llama de amor viva, lanza Juan de la Cruz diatribas contra los maestros espirituales que hacen daño a muchas almas porque no entienden las vías y propiedades del espíritu, incapaces de escuchar con atención religiosa a quienes se les abren de par en par. Son gente sin recursos de recetas; comportándose así, serían indiscriminados repartidores de frases beatas, superficiales. Lo dice Juan de la Cruz: instruyendo a las almas por otros modos rateros que ellos han usado o leído por ahí, no sirven más que para principiantes. Él los llama ladrones de ideas bonitas; son quienes no se complican en escuchar de verdad a alguien y le embadurnan de lindezas generalistas: Haz más oración; Sé más humilde; Sé generoso; Esfuérzate…, ejerciendo la desidia de frenarse a buscar la causa del desapego de esas almas por una profunda vida espiritual. Critica también su psicologismo fundamentalista, como si las soluciones provinieran de un más aprovechado desarrollo interior, tratando al hombre como una máquina a la que una mejor carburación y lubricación condujera a un estado de contemplación. Son los maestros espirituales que aconsejan para que nunca excedan y salgan de su capacidad natural, con que el alma puede hacer muy poca hacienda.
La filosofía de dar brillo a las propias energías interiores, se ha convertido en la religión del siglo XXI. En todos los libros de liderazgo y desarrollo personal se habla de las cualidades dormidas a las que hay que azuzar para barruntar felicidad. Juan de la Cruz se burla de tamaña empresa, que no consigue hacer hacienda, ya que el hombre no encuentra desarrollo si no sucede un encuentro. Dios, oculta y quietamente, anda poniendo en el alma sabiduría y noticia amorosa. Y así entonces el alma también se ha de andar sólo con advertencia amorosa a Dios, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, como quien abre los ojos con advertencia de amor. Los enamorados se encuentran sólo cuando abren los ojos con advertencia de amor; si no, andarán ciegos a la propuesta amorosa que viene de fuera, no de la alquimia propia. El maestro espiritual no es un titulado en recomendaciones, sino un instrumento de Dios que anda atento a esa filigrana textil que Dios va haciendo en el alma de quien lo barrunta, calibrando el historial personal, sin hacer juicios temerarios o premeditados, dando tiempo a las fragilidades, apasionando con tamaña aventura de desnudez.