Los retos que afronta México. El PRI (¿renovado?) vuelve a la Presidencia
El 1 de julio, con una participación de poco más de 60 % de los 70 millones inscritos en el padrón electoral, Enrique Pela Nieto, ex alumno de una universidad del Opus Dei en el Distrito Federal, la Universidad Panamericana, fue proclamado virtual triunfador de los comicios presidenciales mexicanos. Muchos hablan del nuevo modelo del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Habrá que esperar a ver hechos. Lo que ya es seguro es que, tras doce años, regresa al poder el partidazo; y que el país no puede perder tiempo para afrontar grandes retos que tiene pendientes
Tras doce años de ausencia en la residencia oficial de Los Pinos, el PRI vuelve a ocupar la primera magistratura de México. Un partido que, fundado el 4 de marzo de 1929 por el máximo perseguidor de la Iglesia católica mexicana, Plutarco Elías Calles, gobernó con mano férrea, por espacio de 71 años, los destinos del país azteca.
Doce años nada más le duró el poder al Partido Acción Nacional (PAN). Primero, el guanajuatense Vicente Fox Quesada (2000-2006), y luego el michoacano Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (2006-30 de noviembre de 2012), trataron de imprimirle un sesgo diferente a la clase política que se considera la legítima heredera de la Revolución Mexicana (1910-1917). No lo lograron. Enrique Peña Nieto se distanció seis puntos del candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, y cerca de once puntos porcentuales de la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. Los augurios de un conflicto postelectoral, protagonizado por la izquierda y su candidato López Obrador, parecen difuminarse en el horizonte de esta semana. Si bien es cierto que las encuestas previas equivocaron en un 100% la distancia que habría entre Peña Nieto y López Obrador (las previsiones llegaban a darle doce puntos de ventaja al primero sobre el segundo), la diferencia de votos es mucho más amplia que la que suscitó, en 2006, que la izquierda y el mismo peje, como se le conoce coloquialmente a López Obrador (por ser del Estado de Tabasco, donde abundan los pejelagartos), bloquearan durante un mes el Paseo de la Reforma y el Zócalo capitalinos, principal avenida y plaza del D. F. y corazón de la República. Entonces, la diferencia que le dio el triunfo a Felipe Calderón no rebasó el 1 %.
Tras los festejos del triunfo del PRI —que, por cierto, se llevaron a cabo en el Auditorio Plutarco Elías Calles, en la sede central de ese partido en el Distrito Federal—, Enrique Peña Nieto tendrá que enfrentar un panorama de sombras, en parte creado por su propio Partido, en parte por las Administraciones del PAN.
La desigualdad en México, como decía el Beato Juan Pablo II, «es estridente». Con 60 millones de pobres (de una población cercana a los 125 millones de personas, si se cuentan los mexicanos residentes en Estados Unidos con carácter de ilegales), México es una de las 15 economías más fuertes del planeta, y cuenta, entre sus ciudadanos, con el hombre de negocios más rico del mundo, el empresario Carlos Slim Helú. Registra un índice moderado de desarrollo humano, pero está en la cola de la OCDE y ocupa uno de los últimos lugares de Iberoamérica en desigualdad.
Catálogo de asuntos pendientes
El segundo reto, quizá ligado con el primero, es la educación. Según los cálculos de autoridades en la materia, la distancia entre países como Finlandia y México es de 28 años; es decir, que México estaría alcanzando los niveles educativos de ese país nórdico allá por el 2040. El promedio de educación es de segundo de Secundaria (once años es el promedio de estancia en las aulas, contando tres años de preescolar y seis de educación primaria); y el analfabetismo de mayores de quince años rebasa el 12 % de la población, especialmente entre los indígenas, que suman diez millones de ciudadanos mexicanos.
El tercero de los grandes problemas que deberá enfrentar Peña Nieto es el inmovilismo político. Reformas estructurales que urgen en el país han quedado estancadas por la persistente negativa de las fracciones del Congreso de la Unión a llevarlas a cabo. La reforma laboral, la fiscal, la energética y la política estarían esperando un impulso modernizador, que abra, por ejemplo, la participación de capital privado en aspectos decisivos del desarrollo de la industria petrolera, hoy en manos del Estado.
Ciertamente, el PRI no contará con mayoría en el Congreso, lo cual hará que Peña Nieto pase las de Caín los primeros tres años de su mandato. Sopa de su propio chocolate, dirán los partidos de oposición al PRI. Y será cierto; el único problema es que la que pierde es la sociedad mexicana.