Los Novísimos, en la predicación de nuestros pastores. Dios es un Dios de vivos - Alfa y Omega

Los Novísimos, en la predicación de nuestros pastores. Dios es un Dios de vivos

Noviembre es el mes que la Iglesia dedica a la memoria de los difuntos. Para toda la Iglesia, contemplar la realidad de la muerte es una llamada a la conversión, a dejar de lado lo accesorio para recuperar lo fundamental: que venimos de Dios y que algún día volveremos a Él, y que esta vida es para vivirla de verdad, en el amor de Jesucristo

Colaborador
Una niña y su madre colocan unas flores en el cementerio de San Rafael, en Córdoba.
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Muerte

Destinados a la Vida

La realidad de la muerte cuestiona siempre la vida y el corazón del hombre y del creyente. ¿Qué sentido tendrían las verdades que profesamos, si toda la historia humana se precipitase sin más en el abismo de la oscuridad y de la muerte? La confesión del último artículo del credo —la resurrección de la carne y la vida eterna— nos revela la unidad del designio de Dios. Todos nosotros, también nuestros difuntos, en cuanto creados y amados por Dios, estamos destinados a una vida nueva. La gran novedad del cristianismo, que sigue deslumbrando a la humanidad, es que Dios ha entregado a su Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Nuestra fe y esperanza en la propia resurrección y en la vida eterna nos libera del egoísmo y de la idolatría de las cosas de este mundo, nos libera para el amor de Dios y para el amor del prójimo, para la entrega de la vida en la búsqueda sincera de Dios y en el servicio a los hermanos.

Carlos Escribano
obispo de Teruel y Albarracín

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Juicio

Con Dios, cara a cara

Al término de nuestra vida terrena, el alma vuela hasta la presencia de Dios para ver cuánto ha sido el amor de Dios y cuál ha sido nuestra respuesta. El amor correspondido plenamente conducirá al alma a la gloria, al cielo, pero muchas veces, en nuestra vida terrena, nuestra debilidad nos lleva a olvidarnos del amor de Dios. Hemos ofendido a Dios, padre bueno que sólo quiere nuestro bien, y no hemos dado a los demás el amor que les debíamos. Ese contraste entre el amor inmenso de Dios y nuestra mezquina respuesta, producirá un dolor indecible en nuestra alma. Éste es el purgatorio.

Demetrio Fernández
obispo de Córdoba

3
Infierno

Velad y orad

Sólo un 60 % de nuestros fieles cree en la resurrección de la carne y en la vida eterna; y sólo un 55 % cree en la existencia del infierno. Estos datos revelan una defectuosa concepción de Dios, y reflejan también el avance de la cultura de la desesperanza. En la predicación hemos de evitar presentar la posibilidad de la condenación eterna de un modo terrorífico, pero, al mismo tiempo que anunciamos el destino glorioso que a todos nos espera, no debemos silenciar que ese destino feliz se puede frustrar por el pecado, lo cual debe estimular la responsabilidad personal de los fieles. Os recuerdo el Evangelio de las diez vírgenes: Velad porque no sabéis el día ni la hora. Esa hora nos llegará a todos, aunque desconozcamos el momento. Lo único cierto es que sucederá; por ello, se impone la vigilancia.

Juan José Asenjo
arzobispo de Sevilla

4
Gloria

En Sus manos, con Él

¿Cómo respondemos los cristianos a la cuestión de la muerte? Con la fe en Dios, con una esperanza sólida que se funda en la muerte y resurrección de Jesucristo. La vida eterna no es una copia infinita del tiempo presente, sino algo completamente nuevo; no es una idea o un concepto, sino una relación de comunión plena con el Dios vivo; es estar en sus manos, en su amor; es convertirse, en Él, en una cosa sola con todos los hermanos y hermanas que ha creado y redimido. Es la vida en plenitud, la vida en Dios. Sólo la fe en la vida eterna nos hace amar verdaderamente el presente, sin ataduras; con la libertad del peregrino, que ama la tierra porque tiene el corazón en el Cielo.

Benedicto XVI