Libros - Alfa y Omega

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Miguel Ángel Velasco

Rosa María Echeverría era bien conocida como periodista de prestigio y por sus ensayos sobre arte. A partir de este libro, que acaba de editar Ciudadela, El palacio de los vientos, lo justo sería que fuese más conocida como novelista. Es una novela excepcional, llena de arrebato y de sabiduría, como ha señalado Juan Manuel de Prada, y de arrasadora fuerza poética. Está maravillosamente escrita, con un auténtico estallido de metáforas; mejor dicho, floración, más que estallido, porque como todo lo grande, es silencioso. Ponerse en la piel del abuelo de Beatrizojosdecristal, o de Violetadeanís, es un prodigioso ejercicio no sólo de literatura mágica, sino de la más vital y mejor humanidad. Hace la autora una prodigiosa disección interior que ni todos los euros ni todos los marketing publicitarios conseguirán evitar que siga siendo un verdadero regalo. Como Ana María Matute, la autora de esta novela no necesita lo que regala por sí sola. Superar la desesperanza de quien escribe: «Es difícil encontrar a una persona que sepa querer», es algo que sólo se logra desde la cristiana convicción de que «la esperanza es la fuerza de los hombres»; también en El palacio de los vientos, esa película cuyos protagonistas son seres humanos de verdad, no de celuloide ni de plástico. Claro que «cada cual escucha el sonido que quiere, pero la verdad objetiva es que «la belleza es la realidad de Dios entre los hombres». Estas 253 páginas tienen la esplendorosa belleza de quien cree y sabe contar que la realidad no es otra cosa que «un sueño de Dios».

La vida de san Edmund Campion parecía destinada al triunfo en este mundo durante el reinado de Isabel I, en los años en los que la vieja fe se desarraigaba de Inglaterra. La prosa luminosa y dramática de Evelyn Waugh (1903-1966), uno de los maestros de la prosa del siglo XX, converso al catolicismo, cuenta, sin embargo, en este libro que acaba de editar Homo Legens, cómo Campion entregó todas sus brillantes perspectivas mundanas a la fe católica, haciéndose misionero, puerta por puerta en la Inglaterra de su tiempo hasta acabar en la Torre de Londres, en el más cruel de los martirios y llegar a ser el más querido de los mártires de Inglaterra. Impresionante su descripción del nacimiento de la nueva Iglesia y la caza de católicos; interesante su visión crítica de la Corte española de Felipe II, y no menos su descripción de los primeros jesuitas.