Las nucleares de Israel deben desaparecer - Alfa y Omega

El mundo ha estado observando en tiempo real cómo se desarrollaba una pesadilla en Oriente Medio. Mientras llovían misiles sobre Tel Aviv, Teherán y otros pueblos y ciudades, e Israel y Estados Unidos atacaban los reactores y plantas de enriquecimiento nuclear de Irán, esos países justificaban su decisión de lanzar su ataque ilegal por los supuestos planes de la República Islámica de desarrollar armas nucleares. Sin embargo, no han presentado ninguna prueba creíble de que Irán tenga realmente un programa de armas y la inteligencia de Estados Unidos y el Organismo Internacional de Energía Atómica siguen juzgando que no lo tiene. Además de la necesidad de poner fin al conflicto antes de que se mate o hiera a más civiles, esta guerra ha dejado una cosa muy clara: ya no es posible ignorar el arsenal de Israel, que es una amenaza existencial a la paz y la seguridad en la región y global. Estados Unidos, que por supuesto tiene un gran arsenal, hace la vista gorda, al tiempo que acusa a Irán de ser una amenaza.

Es bien conocido entre los expertos que Israel ha poseído armas nucleares durante décadas. Según la Federación de Científicos Americanos, que elabora las estimaciones más respetadas de estos arsenales, tiene cerca de 90, que puede lanzar con misiles y desde aviones y submarinos. El informe anual de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) sobre gasto en este armamento, publicado este mes, muestra que gastó 950 millones de euros el año pasado.

Israel siempre se ha negado a confirmarla o desmentirla, pero la posesión de armas nucleares ha ayudado a envalentonarle en su agresión, dándole una falsa sensación de impunidad e invulnerabilidad a las críticas occidentales. Los países occidentales, algunos de los cuales le proporcionaron ayuda para desarrollarlas, han permanecido relativamente callados sobre los peligros que representan y han evitado llamar la atención sobre su propia complicidad. Desde el ataque de Hamás contra Israel en octubre de 2023, Tel Aviv ha atacado al Líbano y a Siria, donde ha ocupado ilegalmente más partes del país; además de a Irán. Esta violencia desestabiliza aún más una región ya turbulenta.

De la misma forma que una Rusia con armas nucleares estaba envalentonada para invadir Ucrania y avanzar escudándose tras amenazas nucleares, Israel cree que la amenaza implícita que representa que se sepa que tiene un arsenal nuclear le ayuda a escudarse de la rendición de cuentas por sus violaciones del derecho internacional. 

Muchos defensores de la disuasión nuclear argumentan que traen estabilidad. Los acontecimientos actuales muestran que, en realidad, es al contrario. Las armas nucleares llevan a daños a los civiles incluso cuando no se utilizan. El ataque sorpresa contra Irán del 13 de junio hizo descarrilar las conversaciones que se estaban llevando a cabo entre este y Estados Unidos sobre un acuerdo para asegurar que Teherán no utilizaba su programa nuclear con fines armamentísticos. Peor aún, Israel y Estados Unidos están bombardeando las instalaciones nucleares de Irán, lo que amenaza con liberar contaminación radiactiva dañina y potencialmente letal con consecuencias impredecibles para la salud humana y el medio ambiente. Esta crisis es una llamada a despertar. Debemos rechazar por fin y de forma integral la ilusión de que la disuasión nuclear garantiza la seguridad y la estabilidad y aceptar que estas armas no son la protección definitiva de las naciones; son una amenaza existencial para ellas. Necesitamos un camino diferente: uno basado en el derecho, la diplomacia y el desarme multilateral.

El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), que la Santa Sede fue uno de los primeros Estados en firmar y del que el difunto Papa Francisco fue un firme defensor, ofrece este camino. Es el único acuerdo internacional que reconoce que las armas atómicas son una amenaza inaceptable para la vida y establece una hoja de ruta para eliminarlas. Israel, Estados Unidos e Irán deben cambiar de rumbo. Irán debería reafirmar su compromiso con el Tratado de No Proliferación Nuclear y adherirse al TPAN para fijar salvaguardas vinculantes contra el desarrollo de armas nucleares. Israel, en vez de permanecer al margen del régimen de no proliferación, también debería unirse al TPAN y desmantelar su arsenal en un proceso verificable con plazos establecidos; como Estados Unidos y las demás potencias. 

Las armas nucleares están seriamente sobrevaloradas como instrumentos de defensa nacional. No garantizan la seguridad. No pueden crear paz. Nos amenazan a todos y su posesión por un pequeño grupo de países es una amenaza para la seguridad de todos.