La lengua está en pedazos y es sólo el amor el que habla - Alfa y Omega

Ya es humildad confrontarse con Santa Teresa y sus palabras, atreverse a mirarla de frente y a preguntarle con profunda sinceridad: ¿Quién eres tú? Se reconoce a los grandes hombres en que saben guardar silencio ante los gigantes, para luego hacerles hablar. Magistral La lengua en pedazos, de Juan Mayorga, con la que emprende el camino como director junto a una brillante Clara Sanchís como Teresa y un sólido Daniel Albaladejo como inquisidor.

Juan Mayorga puso su mirada en Teresa de Jesús hace años, cuando comenzó a bucear en sus escritos invitado por su amigo y director de tesis Reyes Mate. Se quedó prendado de Teresa, de su palabra fuerte, poética y evocadora. De su valerosidad. Quiso recuperar para el teatro aquella palabra ensanchadora y hacerla resonar hoy. Así entró en un diálogo personal con La Santa, que fue compartiendo hasta llegar a los escenarios en forma de experiencia poética y teatral de nombre La lengua en pedazos. Juan Mayorga, autor laureado, matemático, filósofo, maestro, discípulo, doctor, buscador… se ha convertido así, naturalmente, en director.

Foto: Sergio Parra

La lengua en pedazos es el diálogo ficticio entre Santa Teresa y un hombre sin nombre: el inquisidor. Mayorga confiesa que necesitó crear a este personaje para poder sostenerle la mirada a una mujer gigante ante la que se puede caer rendido y convertir en indiscutible. Inquisidor viene de inquirir, indagar, averiguar, examinar cuidadosamente. El inquisidor es el hombre que pregunta. Es el hombre de hoy.

Llega al convento de San José con el propósito de convencer a Teresa para que lo cierre por su propia voluntad. La empresa de Teresa es un desafío a lo establecido y una denuncia de la mediocridad moral. El inquisidor se mete hasta la cocina, donde entre pucheros anda Dios, para interrogar a una mujer que le abre con su palabra poderosa las profundidades de su cocina interior. Del choque entre estos dos mundos surge la acción dramática: él, que cree conocer a Teresa, se encuentra con una mujer cuyos planteamientos no puede aceptar; quiere conocerla y escucharla pero es incapaz de comprenderla al tiempo que le resulta fascinante y atrayente.

Teresa le habla de un Dios sencillo y humano; de alguien cercano a quien puede hasta ver y tocar; un Dios que le habla y al que puede responder. Un Dios apasionado que sabe de su vida, que escucha, y con el que puede conversar. Es un Dios que desafía algunas estructuras erigidas en su nombre, que no elige a los más listos y más sabios, sino a una mujer pequeña que se dirige a Él con la confianza de una hija y la pasión de una amante.

El inquisidor pregunta, y pregunta lo que cualquier hombre contemporáneo le preguntaría a Teresa, y no puede creer en ese Dios de las cosas pequeñas del que le habla esa mujer, un Dios que actúa de forma efectiva en el mundo y no cabe en categorías humanas. «Dios es conmigo lejano y silencioso», confesará. En las palabras y experiencias de Teresa ve imaginaciones o fantasías, falsos misticismos o locura, orgullo, vanidad, desorden diabólico… «¿Nunca dudáis, Teresa?», le pregunta al final.

Sobriedad creadora en la escenografía; la luz esculpe el tiempo y el espacio; la interpretación hecha verdad de los actores y la desnudez respecto de todo lo no universal -hábitos, ropajes, contextos- deja al descubierto lo que permanece por los siglos de los siglos: que «la lengua está en pedazos, y es sólo el amor el que habla; pero nadie puede hablar de ello. Es mejor no decir más».

Para ir, y repetir y volver a dejarse llevar. No es producto que se consume: es arte. Teatro de palabras grandes. No se agota. Se contempla y, así, nos dignifica.

La lengua en pedazos

★★★★★

Dirección:

Plaza de Colón, 4

Metro:

Colón

OBRA FINALIZADA