La Iglesia, familia de la alegría - Alfa y Omega

Una ventana de esperanza confiada, palpando una profunda comunión entre los Padres sinodales, expertos y auditores que hemos participado en el XIII Sínodo de los Obispos sobre La nueva evangelización y la transmisión de la fe, ha sido mi vivencia más íntima. Ha sido un empeño común vivido junto al Santo Padre y constatando la necesidad de conversión y santidad, como premisa insustituible para poder evangelizar a los que se han alejado de la fe.

Entre las muchas cualidades identificadas y requeridas a los evangelizadores de hoy, cuatro sobresalen: la audacia, la adhesión inquebrantable a la Iglesia, el sentido de urgencia y la alegría.

Hoy, la nueva evangelización debe mostrar un valor nacido de la confianza en Cristo. En los Hechos de los Apóstoles, la palabra que describe a los apóstoles después de la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés es valor. Cuando se habla de valor, tenemos que reconocer la necesidad de un nuevo testimonio institucional en escuelas, universidades, hospitales, servicios de asistencia sanitaria, servicios sociales y otros tipos de ayuda para los pobres.

Los evangelizadores de la nueva evangelización necesitan estar unidos a la Iglesia, a su Evangelio y a sus pastores. La autentificación de lo que proclamamos y la verificación de la verdad de nuestro mensaje, que son palabras de vida eterna, dependen de nuestra comunión con la Iglesia y de nuestra adhesión a sus pastores.

Otra cualidad de la nueva evangelización, y por tanto de aquellos que a ella están dedicados, es el sentido de urgencia. Modelo de nuestro sentido de urgencia es el relato de la Visitación de María a Isabel. El evangelio de San Lucas cuenta que María salió deprisa, atravesó la montaña para ir a Ein Karem, un pueblecito en las colinas de Judea. No había tiempo que perder, porque su misión era demasiado importante.

Por último, cuando miramos alrededor y vemos el vasto campo abierto en espera de que sembremos simientes de vida nueva, debemos hacerlo con alegría. Nuestro mensaje debe inspirar a los demás a seguirnos con alegría a lo largo del camino hacia el reino de Dios. La alegría debe caracterizar al evangelizador; el nuestro es un mensaje de gran alegría: Cristo ha resucitado, Cristo está con nosotros. Cualesquiera que sean las circunstancias, nuestro testimonio debe difundirse con amor, paz y alegría, que son los frutos del Espíritu Santo en nosotros (Gal 5, 22).

Para mí, ha sido un gozo inmerecido vivir junto al Santo Padre, observar su humildad contagiosa y su sabiduría que transmite seguridad. Gozo de vivir en una Iglesia que es comunión, familia en torno al Padre común y que manifiesta una pasión y un ardor nuevo por transmitir la verdad del Evangelio. Y todo vivido al amparo y bajo la protección de la Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización.