«La gente encuentra esperanza al ayudar» - Alfa y Omega

«La gente encuentra esperanza al ayudar»

La invasión de Rusia ha convertido parroquias, locales y la universidad de la Iglesia en Ucrania en refugios antibombardeos y centros de acogida. Hasta los desplazados quieren aportar su granito de arena

María Martínez López
Atención a una mujer herida durante el bombardeo ruso a la ciudad de Járkov, el 1 de marzo. Foto: Efe / EPA / Sergey Dolzhenko.

Cuando las sirenas despertaron a Yuriy Koslovskii el 24 de febrero de madrugada, «fue el momento más impactante de mi vida». Incluso aunque en Leópolis, a 80 kilómetros de Polonia, no hubiera ataques. En la mente de este sacerdote se agolpaba la preocupación por su mujer e hijos (la Iglesia grecocatólica ordena a hombres casados) y por los 500 estudiantes del colegio mayor de la Universidad Católica Ucraniana que dirige.

Aquel día, los habitantes de la ciudad más importante del oeste del país tomaron conciencia de que «somos muy vulnerables y la distancia a la frontera no nos protege». Algunos huyeron a Polonia o al campo. En la universidad se han quedado dos tercios de los estudiantes. Son del centro y del este, y les han permitido traer a sus parientes a las habitaciones que han quedado libres. La universidad también ha cedido su edificio central para alojar a desplazados.

Ucrania
Refugiados:

660.000 personas han huido a países limítrofes

Desplazados internos:

Al menos un millón (de ellos, 850.000 antes de la invasión)

Entre los que han llegado al noroeste del país están Natalia y Vitaliy. Su ciudad, Odesa, es uno de los principales objetivos de las tropas rusas. «Desde la ventana veíamos el humo cuando varios misiles cayeron en una base militar cercana», narra por medio de su hermano Vasyl, sacerdote ucraniano en Valencia. Natalia perdió ocho kilos en tres días. Pero fue el miedo de su hija Anastasia, de 15 años, lo que los animó a «llevarla a casa de los abuelos». El viaje, de 600 kilómetros, duró 18 horas. En unos días, planean dejar a la muchacha allí y volver a Odesa para resistir y ayudar.

«La gente está encontrando esperanza en apoyar a los demás», compartía el martes, en rueda de prensa, Tetiana Stawnychy, presidenta de Cáritas Ucrania. Citaba a otros vecinos de Odesa que «mientras huían recibieron una lista de cosas que necesitaba Cáritas» en Kolomyya. Aunque les retrasaba, pararon a comprarlas y las llevaron. En ese mismo local se presentó una madre de Kiev. Mientras estaba en la capital, el miedo la había paralizado. Pero después de poner a sus hijos a salvo quería ayudar.

A Vyacheslav Grynevych, de Cáritas Spes (la rama latina de la entidad) le conmovió también «un farmacéutico de Kiev que quería abrir su farmacia» a pesar del toque de queda, e incluso «repartir las medicinas él mismo». En la conexión online, había difuminado el fondo. Buena parte de su trabajo lo lleva a cabo en el refugio antibombas de su parroquia, donde acoge a 27 personas «y un pequeño zoo» de mascotas.

Nuevas necesidades

«Cada día descubrimos nuevas necesidades», compartía Stawnychy. Tras la entrada de las tropas rusas la noche del 21 al 22 de febrero, «tuvimos que reubicar a los equipos que estaban en el frente» del Dombás a otros lugares, explicaba Stawnychy. Sin embargo, «seguimos ayudando con transferencias de dinero» y apoyo psicológico online. A las nuevas zonas de combate «estamos pensando cómo llegar en cuanto sea seguro». Los bombardeos del lunes en Járkov, que dañaron un hogar para niños afortunadamente vacío, subrayaron la urgencia de evacuar otros orfanatos y centros infantiles. El Gobierno ha pedido ayuda a Cáritas Spes para llevarlos a Polonia, donde sus socios pueden acoger a 3.000. Pero hacen falta corredores seguros.

Mientras tanto, la principal labor de Cáritas Ucrania es atender a los desplazados. Se han puesto en marcha 25 centros de acogida con comida, apoyo psicológico y sitio para dormir. También en la frontera, donde a veces hay que esperar dos días a la intemperie para superar las colas de 30 o 40 kilómetros de los puestos fronterizos, los voluntarios han levantado lo que llaman estaciones cálidas, con algo de comida y bebida caliente, también apoyo y escucha.

Los dos responsables de Cáritas insistieron en la gratitud por la ayuda que les llega a través de la campaña extraordinaria de Cáritas Internacional: «Para nosotros es muy importante saber que no estamos solos». Desde el refugio que comparte con el obispo ortodoxo, Pavlo Honcharuk, pastor católico latino de Járkov, hacía llegar el mismo agradecimiento a Ayuda a la Iglesia Necesitada, que ha puesto en marcha el envío de un millón de euros: «A pesar de que el mal se ha vuelto tan poderoso», la guerra también «muestra cuánto bien hay».

La energía de los estudiantes

En la Universidad Católica Ucraniana, el sacerdote grecocatólico Koslovskii intenta compaginar la gestión del colegio mayor con «ir a ver más a la gente, tanto a nuestros estudiantes como a los desplazados». Cada día llegan 15.000 o 20.000, aunque la mayoría no se quedan. Sus cinco compañeros sacerdotes también están notando que más gente recurre a ellos. Y las consultas de psicología que ofrece la universidad están teniendo muy buena acogida entre la población.

El sacerdote no oculta su admiración por los estudiantes, «extremadamente activos» y con «un sentido de independencia y libertad» que envidia. Algunos se han alistado en el Ejército, para combatir o como paramédicos. También en las Fuerzas de Defensa Territorial, un cuerpo de voluntarios que de momento custodian los controles en las carreteras y la ciudad. Los demás «se organizaron desde el primer momento»: recogen comida, ropa y material médico; recopilan y difunden información práctica entre los desplazados; traducen al ucraniano instrucciones sobre cómo actuar en las zonas de combate o en caso de ataque nuclear, y «publican información sobre lo que ocurre», con análisis de profesores, para combatir la desinformación.

Cada mañana, la universidad difunde el videomensaje diario del arzobispo mayor de la Iglesia grecocatólica ucraniana, Sviatoslav Shevchuk. Aunque sus palabras denuncian los «horrores» de la agresión rusa y llaman a defender a Ucrania, este martes pidió «vencer con la fuerza del amor a nuestra patria, a Dios y al prójimo». «No nos dejemos dominar por el odio, no utilicemos su lenguaje ni sus palabras».

La mediación del Papa

El lunes, al tiempo que arrancaban las conversaciones entre Ucrania y Rusia, el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, afirmó en una entrevista a periódicos italianos que la Santa Sede «está preparada para facilitar la negociación». De entrada, subrayó, «es necesario frenar de inmediato el ataque militar» y «evitar cualquier escalada». Que el conflicto se extienda a otros países europeos «sería una catástrofe de proporciones gigantescas». El número dos del Vaticano explicó que el Papa, en su visita del 26 de febrero a la embajada rusa ante la Santa Sede, hizo una «apremiante invitación» a «detener los enfrentamientos y volver a las negociaciones». Este gesto de Francisco, que se completó al día siguiente con una llamada al presidente ucraniano, ha sido aplaudido tanto por el líder grecocatólico ucraniano, Shevchuk, como por el arzobispo católico de Moscú, Paolo Pezzi. En público, el Pontífice volvió a clamar el domingo, «con el corazón roto», para que «callen las armas». «Quien hace la guerra se olvida de la humanidad» y se entrega a una «lógica diabólica y perversa».

Los obispos europeos por medio de CCEE y COMECE fueron más explícitos aún con sendos llamamientos a que se ponga fin a la «agresión rusa» y a que Europa promueva el diálogo y facilite la acogida de refugiados. También la Conferencia Episcopal Española y la Conferencia Española de Religiosos apoyaron los llamamientos por la paz.

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