La belleza del arte, como puerta de la fe - Alfa y Omega

La belleza del arte, como puerta de la fe

El Departamento de Patrimonio de la diócesis de Huelva, junto al monasterio de Santa Clara de Moguer, ofrece un recorrido por las huellas que ha dejado la fe en la cultura, a través de obras de arte de los siglos XVI al XX. La exposición arranca con la Carta apostólica de Benedicto XVI Porta fidei, por la que se convocaba el Año de la fe

Eva Fernández
Paisaje de mieses doradas (1981), de Eugenio Lobo Conde. Parroquia de Manzanilla.

Que esta exposición se celebre precisamente en el monasterio de Santa Clara de Moguer adquiere una simbología muy especial, puesto que el cenobio jugó un papel muy significativo de cara al descubrimiento de América, y ayudó a que se abrieran las puertas de la fe al nuevo continente. Por aquel entonces, la villa de Moguer era famosa por la pericia de sus navegantes y la calidad de sus barcos. Se entiende entonces que un desconocido Cristóbal Colón encaminara sus pasos hacia esa ciudad, pensando que encontraría los medios necesarios para hacer realidad su sueño de alcanzar las Indias por una nueva ruta hacia Occidente. Allí conoció a la abadesa del monasterio de Santa Clara, sor Inés Enríquez, que era familia del rey Fernando y desempeñó un papel decisivo para que los reyes accedieran a financiar su propuesta. Ya en el viaje de vuelta, los tripulantes de la carabela La Niña, a punto de naufragar frente a las islas Azores, prometieron a la Virgen que, si llegaban vivos a tierra, lo primero que harían sería pasar una noche de vela y oración en el monasterio de Moguer.

En ese barco viajaba Colón y, con él, la deslumbrante noticia del descubrimiento del Nuevo Mundo. Efectivamente, en la madrugada del 16 de marzo de 1493, toda la marinería, con su almirante a la cabeza, se postraba en la iglesia conventual de Santa Clara para agradecer a Dios su protección ante un periplo que cambió la Historia. Tal era la devoción que la gente del mar tenía al monasterio, que la carabela aportada por los hermanos Niño al viaje fue bautizada con el nombre de Santa Clara, aunque pasaría a la historia por el apellido de sus propietarios, La Niña, más aún cuando Colón la erigió como nave capitana al encallar la Santa María en la isla de La Española. Además, por alguna razón especial, santa Clara fue la primera advocación no mariana que los marineros llevaron al Nuevo Mundo. Cristóbal Colón había descubierto el continente de la esperanza de la Iglesia, en el que se produjo una epopeya misionera que no podemos olvidar.

Una exposición que nace de la fe y expresa la fe

La muestra, de gran contenido didáctico, contribuye a reavivar la fe a través del arte, y lo consigue a lo largo de tres ejes fundamentales que enmarcan su recorrido: el anuncio de la fe; la celebración de la fe; y el testimonio de la fe. En palabras del obispo de Huelva, monseñor José Vilaplana Blasco, «esta exposición manifestará la Via pulchritudinis, el camino de la belleza, para descubrir mejor a Dios, autor de todo bien, que ha querido revelarnos su misterio de amor y reclama de nosotros la acogida en la fe, que Él, tan generosamente, nos ha mostrado a través de su Hijo».

Comienza la exposición con una invitación a contemplar la belleza del mundo creado a través de los óleos de Eugenio Lobo. En el Paisaje de mieses doradas (1981), su autor plasma minuciosamente el reflejo del sol en cada una de las espigas. A lo largo del magnífico Catálogo realizado por don Manuel Jesús Carrasco Terriza, Comisario de la exposición, van desfilando aquellos personajes que han sido nuestros padres en la fe, como María y san José, los primeros que creyeron en el anuncio del ángel. Vemos su representación en la escultura de San José con el Niño, de la iglesia parroquial de Trigueros, de escuela sevillana, fechada en 1760, y en la imagen de la Madre del Amor Hermoso, del último tercio del siglo XVI. Sabemos que el camino de la fe comienza con el Bautismo, razón suficiente para contemplar una piedra bautismal de barro vidriado de Almonte, en la que se aprecian las figuras de san Juan y de la Virgen, acompañadas por caballitos de mar. Como fruto de la preocupación pastoral para ayudar a crecer en el camino de la fe, el Concilio de Trento (1545-1563) compuso el Catecismo de san Pío V o Catecismo para los párrocos, del que la muestra expone una impresión de 1761.

El arte moderno también tiene una presencia importante en esta exposición con las pinturas de Teresa Peña, la primera mujer española que, en 1964, ganó por oposición el Premio Roma, uno de los más prestigiosos del momento; pintora de profunda vivencia religiosa, que falleció en 2002 y de cuya forma de plasmar la fe vemos algún ejemplo, en la conmovedora Piedad trinitaria (1990-1996), en la que el Espíritu Santo presencia el dolor de la Madre ante su Hijo muerto, y en La Visitación (1990), en la que se percibe la alegría de María y de Isabel, portadoras de la Buena Nueva. Una exposición, en resumen, que nos habla al oído, para que luego la meditemos en el silencio del corazón.