Juliana Morell, la monja prodigio - Alfa y Omega

Juliana Morell, la monja prodigio

Juliana Morell se convirtió en el eje en el que confluyeron diversas órdenes religiosas, damas católicas de la alta nobleza francesa e italiana, la propia reina de Francia, Ana de Austria, o los Papas Paulo V y Urbano VIII. Sin duda, su labor como priora, enfatizando una religiosidad activa basada en la caridad y las obras, ayudó a superar el caos imperante de las guerras de religión y la polarización en una Francia agrietada por las guerras sangrantes entre protestantes y católicos

Colaborador
Juliana Morell. Biblioteca Ceccano de Avignon (Francia). Foto: Universidad Abat Oliba CEU.

Vivimos tiempos de extraordinario interés por la biografía. Se escriben biografías autorizadas y no autorizadas, memorias personales y relatos de vidas de otros, ahondamientos íntimos que intentan penetrar en el mundo interior y perfiles políticos que, sobre todo, pretenden reflejar la proyección pública del personaje-objeto de interés, hagiografías laudatorias o auténticos panfletos críticos.

Hoy ya no nos movemos, en el ámbito de la biografía escrita, solo desde la óptica ideológica. Tras tantos años de hegemonía masculina, actualmente, se viene recuperando la memoria de mujeres olvidadas, marginadas, desconocidas…

De entre todas ellas emerge la figura de Juliana Morell (1594-1654), que generó una atención especial en la Europa de comienzos del siglo XVII por su condición de niña prodigio, con grandes sabios que acudían a verla y ponderaban sus virtudes intelectuales. Muchos años después de su muerte, a mediados del siglo XIX, se convirtió en icono de la renaixença catalana, lo que supuso su registro en el paraninfo del rectorado de la Universidad de Barcelona.

De ella ha interesado tradicionalmente su rol de niña excepcional, dominadora de múltiples lenguas, filosofía y ética, ciencias y hasta música. Toda una superdotada dominada por su padre, un financiero de origen judeoconverso que tuvo que huir de Cataluña instalándose en Francia a finales del siglo XVI.

Presionada por su padre

En el libro he ahondado en el grado de coerción ejercida por el padre sobre la hija, exhibiéndola públicamente, con el fin de recuperar la reputación perdida a costa de la fama de la brillante adolescente. También ahondo en el hartazgo de ella respecto al mundo cortesano que el padre le proveía, donde las mujeres podían exhibir sus conocimientos pero no adquirir, necesariamente, respetabilidad. Ello contribuyó a que la joven saliera de la órbita paterna a los 16 años para entrar en el convento dominico de Santa Práxedes de Avignon (en 1609). La decisión de Juliana fue fruto, también, de la conjunción de diversos sectores de la Iglesia para convertirla en referente fundamental de un nuevo catolicismo francés, alejado de las efusiones sensoriales —en un tiempo de derroche de las mismas—, con voluntad de distanciamiento del misticismo hispano del que Pierre de Bérulle y Barbe Acarie habían sido buenos difusores en Francia.

Juliana se convirtió en el eje en el que confluyeron diversas órdenes religiosas, damas católicas de la alta nobleza francesa e italiana, la propia reina de Francia, Ana de Austria, o los Papas Paulo V y Urbano VIII. Sin duda, su labor como priora, enfatizando una religiosidad activa basada en la caridad y las obras, ayudó a superar el caos imperante de las guerras de religión y la polarización en una Francia agrietada por las guerras sangrantes entre protestantes y católicos. Para no desviarse del camino de perfección cristiana, a sus novicias les mostraba la trascendencia en el control de las emociones y la renuncia de lo material, con gran reticencia a los arrobos. En el trato diario, defendía comunicar dulcemente, pausadamente y en voz baja, con modestia, sin interrumpir al interlocutor y sin mirar ni aquí ni allá, ni elevar los ojos, ni mover la boca, ni las piernas, ni la cabeza, ni gesticular con las manos para no desviar la atención del receptor. ¿Quién mejor que ella que había hablado en público tantas veces?

Solo llegó a venerable

Todo ello en un escenario de replanteamiento de la Contrarreforma en el que Juliana, influenciada por Francisco de Sales, intentó recatolizar la Francia meridional, ejerciendo un notable apostolado como priora. Una sabia que renunció a la exhibición del conocimiento oral para dedicarse a la traducción de la obra de san Vicente Ferrer, y a escribir tratados para educar a sus compañeras y a la sociedad de la época, con una inteligencia emocional sin delirios místicos y con un racionalismo, ejercido impecablemente, que la llevó a conectar con las fuerzas espirituales de su tiempo, aplicando un modelo católico en el que se unía la ortodoxia reguladora y la proyección social.

Es curioso que nunca haya sido postulada a la beatificación o canonización (sí llegó a la condición de venerable), reuniendo todas las dotes de ejemplaridad que puedan considerarse canónicas para su elevación a los altares.

Rosa Mª Alabrús Iglesias
Profesora titular de Historia Moderna y directora de la cátedra Rey Martín el Humano, conde de Barcelona, en la Universitat Abat Oliba CEU. Autora del libro Juliana Morell. De niña prodigio a maestra de las emociones (Arpegio)