Anuncia es una vecina de la localidad toledana de Casarrubios del Monte. Esta tarta, uno de los postres favoritos de las monjas, se la inventó ella misma. Y como modesta inventora, no quiso nombrar su creación. No le daba tanta importancia. «Así que ya lo hicimos nosotras. La llamamos tarta de Anuncia. Nos encantó, así que empezamos a hacerla y todo el mundo que la prueba nos pide la receta», explica María José Pascual, una de las religiosas más veteranas del convento, con 50 años de clausura a sus espaldas.
A las 20 monjas de Casarrubios —la más joven, de 31 años— las conocen hasta en Estados Unidos «gracias al Facebook que nos hicimos, en el que ya tenemos los 5.000 amigos de tope que impone la red social». Para María José, internet ha sido un descubrimiento «porque nos escriben de todas partes del mundo para pedirnos oraciones: matrimonios a punto de divorciarse, enfermos… acuden a nosotras a través de esta ventana online». Incluso, recuerda la religiosa, «hace poco alguien nos dijo que alimentaba su vida espiritual con nuestras publicaciones». Además de la red social, las monjas tienen varios blogs en los que comparten sus reflexiones —uno sobre la espiritualidad cisterciense: espiritualidadcister.blogspot.com.es, y otro dedicado a su fundadora, la madre María Evangelista, en proceso de beatificación: m-mariaevangelista.blogspot.com.es—.
Unas vecinas más
Su oración no solo se extiende allende los mares. En el pueblo toledano son unas vecinas más. «Mucha gente viene a vernos para desahogarse. A veces con una actitud de agresividad hacia Dios. Pero siempre tratamos de comprender y ayudar a todo el que se acerca, a través de la escucha y la oración», señala. También hay muchas personas que llegan con una gran inquietud espiritual. «Hace poco vino una joven de 18 años que acaba de empezar la universidad. Nos pidió venir al convento cada 15 días para que la ayudemos a conocer más a Dios». Últimamente «vienen vecinos pidiendo comida. Hay mucha gente pasando necesidad en el pueblo, y a veces nos quedamos sin pan porque se lo hemos dado a ellos».
Ora et labora
La orden del Císter nació en el siglo XI de la mano de san Roberto de Molesmes, francés que quiso renovar la regla benedictina. La nueva comunidad puso su piedra angular en la máxima de san Benito de Nursia: el abandono de todo signo externo de riqueza y el propio trabajo para conseguir su subsistencia (Ora et labora). «Los monasterios benedictinos de la época se habían alejado de este carisma y estaban más centrados en el estudio. San Roberto estaba inquieto porque no se vivía la regla benedictina con toda su autenticidad, y así fue cómo nació nuestra orden», señala la monja.
En Casarrubios siguen esta regla al dedillo. Además de una intensa vida de oración, «el monasterio se fundó en 1634, y desde entonces trabajamos duramente. Hemos tenido colegios de niñas y después un taller de costura para evitar que las jóvenes del pueblo y alrededores tuvieran que ir hasta Madrid para conseguir un trabajo. Llegamos a tener a 32 chicas que cosían ropa para firmas como El Corte Inglés». Pero «las importaciones de China nos dejaron hace cuatro años sin posibilidad de continuar con el taller». Ahora viven de la hospedería, a la que acude gente de toda España, y de la repostería. Pastas de té, rosquillas de san Bernardo, suspiros o pastas de limón esperan al lector que pase por el pueblo o vaya de camino a Toledo por la A-5. El monasterio cisterciense de Casarrubios es una parada reconfortante para el alma y para el estómago.
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Ingredientes
- Medio litro de leche
- Medio litro de nata
- Dos bolsitas de cuajada
- Medio vaso de azúcar
- 250 gramos de queso fresco (también puede prepararse con queso de untar)
Preparación
Se baña un molde con azúcar quemada. Puede ser comprada, pero resulta menos sabroso.
En un recipiente se baten todos los ingredientes juntos, sin que llegue a espesar la nata. Se prepara al fuego sin dejar moverlo para que no se pegue, y se mantiene hasta que hierva, aproximadamente dos minutos.
Se pone en un molde o fuente y por encima se colocan galletas o bizcocho. Al darle la vuelta sobre una bandeja o fuente, después de unas horas de espera en la nevera, las galletas o el bizcocho quedan como base. Fácil y riquísima.