Manuel Herrero Fernández: «Hoy la gente es más auténtica»
El agustino Manuel Herrero Fernández (Serdio, Cantabria, 1947), era hasta ahora vicario general de Santander
Llega usted a una diócesis que lleva más un año sin obispo. Supongo que le habrá llovido una lista de peticiones de asuntos pendientes sin resolver…
No me han pedido más que vaya. ¡Son buena gente!
Ha sido usted durante 17 años vicario general de Santander, donde ha desempeñado responsabilidades en Cáritas, el seminario, la vida consagrada… ¿Cómo cree que debe gobernar un obispo?
Tiene que escuchar a todos y en primer lugar al Espíritu Santo. Él es quien gobierna la Iglesia y nosotros debemos serle dóciles. Y pedirle que arregle los desaguisados nuestros. Porque unas veces acertaremos y otras no.
El 20 de junio se fijará la fecha de canonización de un antiguo obispo de Palencia, el beato Manuel González. ¿Cómo lleva tener un predecesor santo?
Es un honor y un motivo para la acción de gracias, aunque imagino que habrá otros muchos obispos y mucha gente santa en Palencia, aparte de los santos reconocidos. Es una responsabilidad, porque si los santos nos indican cómo seguir las huellas del Señor —ellos en su tiempo, nosotros en el nuestro—, en este caso se trata de un modelo de cómo hacer presente al Buen Pastor entre el pueblo de Dios al que nos toca servir, contando con su intercesión. Porque los santos, además de referencia, son intercesores.
Fue alumno de otro famoso obispo de Palencia, Nicolás Castellanos, agustino igual que usted. ¿Cómo lo recuerda?
De obispo no lo tuve, pero sí fue formador y provincial mío. Lo recuerdo como a un hombre entregado, fogoso… Él quería poner renovación en la Iglesia y en la orden, y lo recuerdo como un hombre entregado a la causa de la evangelización. Lo he seguido también después de su renuncia. Le visité en Bolivia y vi toda la obra que ha hecho a favor de los pobres y los marginados en Santa Cruz de la Sierra.
En una carta a los palentinos, afirma usted que son «tiempos recios e inciertos», pero llenos de «oportunidades». ¿Cuáles son esas «oportunidades»?
Hoy la gente es más libre y, en ese sentido, es más auténtica. La gente puede personalizar más la fe, las comunidades la pueden vivir sin mediaciones de tipo sociológico y, por descontado, liberadas de algunas tutelas o pseudotutelas políticas. Y desde esa autenticidad podemos responder a ese deseo de espiritualidad y trascendencia que se manifiesta en la gente, aunque quizá no siempre de manera clara. Tenemos la oportunidad de presentar a Jesucristo como el único que puede llenar el corazón humano.
¿Tutelas políticas, ha dicho usted?
Pseudotutelas. Son más pretendidas que reales, cada vez que a los de un signo o a los de otro les interesa presentarse así.
El Papa ha dicho que «la Iglesia debe meterse en la gran política».
Claro, no en el politiqueo, sino en Política con mayúscula, para llegar hasta las periferias. Pero otra cosa son los partidos, que son parte. Y si te pones de una parte, enfrente tienes a la otra, y la fe cristiana es para todos. El Evangelio no se casa ni con unos ni con otros. Jesús fue libre frente a los sacerdotes, frente a Herodes, frente a Pilato… Solamente se sometió a la voluntad del Padre y en el servicio a los hombres.
¿Le asusta hacerse de una diócesis rural como la de Palencia?
Yo soy de pueblo y me gusta el contacto con la gente. Y el mundo rural, quieras o no, es una de las periferias a las que tenemos que ir. Pienso adaptarme perfectamente. Lo rural no me asusta, sino todo lo contrario. En definitiva, al final, se trata de encontrarse con cada persona, sea niño, mujer, anciano, del campo o de la ciudad, porque Dios llama a cada uno.
Yo siempre he sentido muy cerca el cariño y la cercanía de la Virgen. ¿Sabe cuál es su advocación en Palencia capital? La Virgen de la Calle. Eso es lo que me está diciendo hoy la Virgen: «Sal a la calle».
Falta de jóvenes, descenso de población, sequía vocacional… Esos son grandes desafíos.
Y la desindustrialización. El paro es un problema, pero hay que luchar, la vida no la escogemos nosotros, es como viene, y tenemos que mojarnos, remar mar adentro en nombre del Señor y echar la red, confiando en su misericordia, que es lo más grande que tenemos.
Misericordia tua es su lema episcopal.
La misericordia de Dios es como un hilo transversal que recorre toda la Biblia, hasta legar a la persona de Jesús. Dios, como dice el Papa, es un Padre misericordioso, y tenemos que ser como Él, misericordiosos, a pesar de nuestras miserias y nuestros pecados.
En mayo tuvo usted un encuentro con Francisco. ¿De qué hablaron?
Estuvimos recordando a un buen amigo común que murió en 2014 en Buenos Aires. El Papa, en el transcurso de su enfermedad, le llamaba continuamente. «Era como tenerle cogido de la mano», me contaba este sacerdote. Al final el Papa me dio dos consejos: fortaleza y valentía.
En los últimos meses ha habido numerosos nombramientos episcopales para España, que de algún modo nos marcan el estilo de Iglesia que quiere el Papa. ¿Cuál sería a su juicio el perfil general?
Yo diría que pastores según marcan el Concilio Vaticano II y el magisterio posterior, e incluso con el estilo mismo del Papa, pastores con olor a oveja. Eso no quiere decir lógicamente renunciar a la doctrina, pero sí que no se alejen del pueblo.